miércoles, 29 de diciembre de 2010

La última copa

Estaban borrachos. Casi todos. Quizás más de lo que ellos mismos hubiesen
deseado.
El coche frenó en seco y los faros se apagaron quedando todo en la oscuridad, apenas dos o tres farolas iluminaban una acera empedrada, un malecón oscuro
en que rugían las olas y al fondo, una imponente casona que emulaba en su
arquitectura a las que les gustaba hacer a los arquitectos del anterior siglo.
Sobre su fachada, cogaba un cartel luminoso que emitía veloces parpadeos.
Aquella edificación oscura, imponente y adusta se alzó ante sus ojos cegados por el
aguardiente como si fuese un coloso.
Pedro, murmuró algo sobre que el local estaba cerrado y Tomás, rió a mandibula abierta afirmando que veía una tímida luz tras una ventana.
Caminaron a tientas, dando traspiés. Julio, les avisó que continuasen su camino pues tenía el estómago algo revuelto. Antonio, que no había bebido nada, confesó que aquella casa despertaba en él una sensación parecida al miedo y que lo mejor y más sensato era regresar a casa. Pero...
nadie le hizo caso.
Otra vez risas, esta vez frente a la puerta. El motivo: Un viejo picaporte
en forma de garra que aprisionaba un corazón sangrante, el único detalle en color de aquella escultura negra y un aviso a los recien llegados como una advertencia:

BIENVENIDOS AL MESÓN LA ÚLTIMA COPA. EXPERIMENTEN EL PLACER DE MORIR BEBIENDO LOS MÁS SABROSOS BREVAJES.
Ahora comenzó la discusión de quien sería el primero en pasar. Pero nexplicablemente los resortes de la puerta cedieron con un ruido quejumbroso como si una mano
invisible los hubiese accionado y dejado paso a una estancia umbría iluminada por l luz mortecina de unas velas.
De fondo surgió una voz bronca:
-¡Angeline!.¡Oigo pasos!. Pero: ¿Se puede saber donde andas metida?
-¡Oh! ¡Merde!.- Protextó la voz de mujer, que parecía demasiada estresada por el trajín.-Tu sais que je suis occupée mon amour!.
La tal Angeline, vino corriendo, portando en una mano un candelabro y en la otra un paño de cocina de abigarrados colores. Mostraba una sonrisa pícara en sus facciones del rostro irregular que conferían al conjunto una extraña belleza.
Se disculpó en un torpe castellano:
-Pegdón. Pego es que hoy, no espegábamos visitas a estas hogas. ¿Vous comprende?
Caminaron en fila india, siguiendo a aquella mujer alta y delgada intercambiándose codazos y alguna sonrisa cómplice.
Ella, sin volverse nunca atrás, les condujo hacia una barra amplia que alternaba las maderas nobles y un mármol veteado, indicándoles con un largo y huesudo dedo que ocuparan los taburetes de una estancia vacía, únicamente por sus presencias.
A continuación llamó a su esposo con un cierto tono de exasperación:
-¡Rodrigo!. Viens ici!. Attend ces monsieurs!.
Antonio, echó un rápido vistazo al local. Hasta donde le dejaba ver la luz
colgaban de la pared algunos cuadros en los que los tonos elegidos eran tan
oscuros que resultaba difícil discernir el lienzo del marco.
-¡Bien!.-suspiró Antonio echando una rápida ojeada al local.-¡Supongo que estaréis todos contentos!. Hemos llegado borrachos como cubas al Castillo del Conde Drácula y muy pronto saldrá un engendro jorobado a recibirnos preguntándonos que clase de bebida espiritosa nos va a servir.
El engendro, como si fuese una premonición, no tardó en llegar. Sus ojillos eran vivos y aviesos y portaba al igual que su esposa un candelabro de tres brazos.
Desde su imponente altura les miró con un manifiesto desprecio:
-Si me permiten los señores, les recomiendo el licor de moras de la casa.
-¡Bien!.-dijo Tomás.-¡A ver como sabe eso!. ¡Pónganos una ronda!.- Y miró a sus amigos para decir:- La última la pago yo y no admito protestas.
Mientras Rodrigo les atendía. Angeline, se sentó en una mesa apartada y comenzó a jugar con sus tirabuzones negros. Sus enormes ojos verdes seguían felinos los movimientos de sus clientes, siempre solicita a cualquier petición que pudiese producirse.
Antonio no quería beber. Había algo en aquel local que no acababa de gustarle.
Acabó de explotar cuando todos comenzaron a mofarse de él:
-¡Basta!.¡Estoy harto de vosotros!.¡Estáis borrachos como cubas!. Me habéis
manchado la tapiceria, me habéis hecho dar más vueltas que una peonza y total ¿para
qué?. ¡Valientes amigos que tengo yo!.

Una mirada desaprobadora de Angeline:
-Mais non, monsieur!. Est-ce que le liqueur n´est pas bon?.
-¡Perdone señora o señorita!. Pero no le entiendo nada, no hablo en francés.
-Mil disculpas. Yo quiego decig si el licog no es bueno si quiegue alguna
otra cosas.
-No, muchas gracias. Ha sido usted muy amable, prepáreme la cuenta, por favor. Tenemos prisa.
Todos se volvieron a mirarle. Pero:¿Es que te has vuelto majareta?¿O
qué?.¡No serás capaz de dejarnos aquí!. ¡Es sólo una copa! Y además te has ofrecido a pagárnosla. ¡Anda! No te hagas el ronchas! ¡Sólo la última!.
-¡Haced lo que os plazca!. Por mi que os zurzan a todos, os dejaré vuestras consumiciones pagadas y yo me vuelvo al coche.
Acudió a la barra a saldar su deuda y después se encaminó hacia la puerta forcejeando con ella pero no conseguí abrirla.
Presta, Angeline, se dispuso a ayudarle y le despidió con una cálida sonrisa y unas incomprensibles palabras que sonaban muy bien en su boca pero que carecían de todo significado para él.
Allí estaba, solo frente al mar, con la brisa azotando su rostro.
Entró en el coche y encendió la radio. Estuvo como una hora recostado escuchando música hasta que quedó plácidamente dormido.
Pero el maullido de un gato en celo le despertó. Se desperezó y miró el reloj. Habían transcurrido casi dos horas. Ni un alma en la calle..
Esperaré media hora más, se dijo. Sólo media hora y si no salen que les zurzan.
Intentó concentrarse en un crucigrama que había dejado a medio hacer. Fumó
casi una cajetilla. Pero nada...
Del local no había salido nadie aún.
¡Bueno!.¡Ya está bien!, dijo golpeando el claxón. ¡A ver si con esto se
espabilan un poco!.
Otra vez el silencio...
Airado, cerró con violencia la puerta y dirigió sus pasos hacia el mesón.
La puerta estaba cerrada a cal y canto tal y como él la habia visto cuando cerró. Golpeó varias veces pero nadie salió a abrirle.
Su curiosidad le llevó entonces a bordear el edificio en busca de alguna ventana, alguna entrada trasera ya que la principal no daba muestras de querer abrirse.
Lo que se encontró al bordear el edificio le llenó de inquietud y un terror incontrolable.
No lo había visto. No había visto lo que había detrás de la casa.
Era...
Una ráfaga de aire gélido le cortó el aliento. Comenzó a sentir sus piernas flaquear y se derrumbó como un pesado fardo golpeándose la nariz con algo parecido a......
UNA LÁPIDA.
Allí en el suelo, con la nariz sangrante, vio la sombra alargada de un
hombre que cargaba unos bultos oscuros en una carretilla. Y una mujer de
cabellos acaracolados, sonreía sosteniendo una pala, ante lo que parecía ser una
fosa, en la que la tierra había sido removida para recibir a quienes habían bebido la última copa.

domingo, 26 de diciembre de 2010

En la boca del lobo




Ya lo sé. Las cosas son como son y no voy a decir ahora lo contrario: el malo de la historia fue y seguirá siendo siempre el lobo feroz. Suya es toda la culpa y él es el único responsable de todas sus acciones.

Ahora bien, dicho esto, Caperucita fue, al menos, una imprudente: imprudente por meterse en el bosque que, como todo el mundo sabe, es el lugar natural de peligros y perdición; imprudente, por andar dando confianzas a desconocidos (ya ves que ahora se aconseja dejar el menor número posible de pistas personales en los chats, que hay mucho lobo por ahí suelto); imprudente por echar carreritas con el lobo. Ya te digo: una imprudente.

Pero, vamos, el colmo fue meterse con él en la cama: Ya me diréis si eso no fue lo que se dice "meterse en la boca del lobo".


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jueves, 23 de diciembre de 2010

EL NIÑO Y LA NIEVE


imagen http://espanol.familiesonlinemagazine.com/SNOWFLAKES.htm

Nunca había visto nevar. Sus ojos, tan pequeños como los albinos copos, se abrieron más allá de las cuencas, y de su boca entreabierta, salía ese ronroneo felino de complacencia inesperada.
- ¿A qué sabe la nieve abuelo?
- Sabe... a nostalgia…
- ¿por qué lloras abuelo?...
- No lloro hijo… se me ha metido algo en los ojos…
- ¿nieve, abuelo?..
- No hijo, no…nostalgia. Y ahora a dormir que mañana te enseñaré a hacer un gran muñeco…
- ¿ de nostalgia abuelo?, - no pudo remediar la carcajada- , no hijo, no ¡ de nieve !.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Y de nuevo, la felicidad...


            Completó la decoración de la casa colocando el pesebre en el lugar de honor que siempre se le reservaba. Y luego lo llenó todo de flores, de flores blancas, y amarillas, flores rosas, y azules, y rojas…, flores de color violeta.
            ¡Le gustaban tanto esos días en los que se sucedían reuniones tan esperadas durante el resto del año! Las reuniones familiares, y las de amigos, las reuniones con sus antiguos compañeros de colegio y de instituto.
            Y para ponerle la guinda al pastel, los conciertos. Esos conciertos navideños que año tras año conseguían trasladarla a la infancia, a aquella niñez suya de la que solo podía recordar un estado eterno de felicidad.

martes, 14 de diciembre de 2010

MIRADAS REGALADAS.

Dime,
a quién regalas tus miradas,
dime por qué lo haces,
dime.
Miradas regaladas que dicen,
miradas regaladas que expresan,
qué, van cargadas de palabras
no escritas,
cargadas de
sentimientos que,
no expresas.
Miradas regaladas,
que agradecidas,
¿confunden?
¿emocionan?
¿encandilan?
qué,
sin querer aman.
Miradas regaladas,
que significan, sin compromiso
hablan
sin querer quieren,
sin decir dicen,
sin amar aman.
Miradas agradecidas,
que con palabras dijeron,
que con escritos contaron
qué, los sentimientos llegaron
¿qué significan tus miradas?
dime habla,
¿Por qué las regalas?
Charo Acera.

domingo, 12 de diciembre de 2010

ESTALLIDO


Se acerca la Navidad. Como siempre. Un año más. Es inevitalbe. Villancicos, regalos, comidas, reuniones... Pero ¿quién ha dicho que la Navidad sea siempre ese momento tan gozoso del año que todo el mundo espera con ansiedad...?

ESTALLIDO

            La familia se reunió alrededor del belén. Era la fiesta más esperada para unos y la más odiada para otros. Tal vez no era esa la palabra. Tal vez fuera mejor decir que era temida por el río de sentimientos dormidos que era capaz de despertar.
            El caso es que al final todos estaban allí, alrededor del “nacimiento”, cantando villancicos.
            Hasta que no pudo soportarlo más y se marchó de casa dando un portazo… Para perderse caminando bajo la nevada. Hasta quedar sin fuerzas. Y sin recuerdos.

MOMENTOS DE MAGIA.

Y, en un cruce de palabras, surgió un destello,
Le preguntó:
¿Con quién tengo que hablar?
Y al momento, sus sueños salían por su boca enlazados, con ideas estupendas que, no estaban escritas , ni desarrolladas, ni tan siquiera pensadas, solo eran pañuelos de colores atados por una punta, que, como por arte de magia, salían de su boca y se extendían ante él, que con los ojos muy abiertos recogía ordenadamente los pañuelos, los doblaba y los colocaba con interés, con su cabeza asintiendo, ¡magnífico proyecto!, ¡magnífico proyecto!.
Cuando terminó la exposición, sintió un mareo como los del vertigo y un gran nudo en el estómago, un gran vacío.
¿Y ahora qué?
Ahora a esperar...

jueves, 9 de diciembre de 2010

Felicidad.


          Autor de este hermoso video (Dani)                                                                                                                                                    Para mis amig@s cebollinos.

Cuando la cebolla se queda sin capas ya no hace llorar. Una vez picada solo sirve para hacer guisos. 

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El sueño de un héroe


            Tres  de la madrugada. Pisadas solitarias hollan  el silencio que las primeras nieves extienden sobre la ciudad, flanqueadas por los viejos leones que desaparecen  bajo ellas.  Cruzan el puente y, mientras  buscan las estrellas,  encuentran la mirada triste de cientos de años detenidos en el gesto que le encadenó para siempre a su historia.
            Héroe, la leyenda le hizo un héroe. Pero su mano parece desmayada, intentando mantener lejos de sí la daga, sacrificio de un pedazo de futuro, ajena la mirada, la cabeza baja, y el puño apretando con rabia la inutilidad de su espada. Así ocurrió. Y la ciudad que abandonó tan joven lo reclamó con el tiempo entre sus próceres.
            Cae la nieve. Los siglos siguen pasando.  Y, en esta noche nevada, su hoy fría y blanca imagen parece llorar  heroicidades no buscadas, esconder entre los copos el fugaz deseo del hombre por ser solamente padre.
            Pero la historia manda.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Educando a Tarzán

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Versión narrada




Versión escrita

EL FURIOSO TRAJÍN DEL PEREZOSO.

Todo el misterioso encanto de la jungla se hace especialmente intenso en los minutos previos a que estalle la tormenta.

Se para, de repente, el ruidoso gorjeo de los pájaros, el chillido nervioso de los monos, el viento en las copas de los árboles y un bochorno espeso y silencioso avanza reptando como el vaho enredado en el manglar.

Todo cesa de repente. El ir y venir, el revoloteo incesante de mosquitos y de insectos.

Sólo los bichos perezosos parecen despertar de repente y enfrascarse en empresas y trajines como si estuviera por llegar, de improviso, el fin del mundo.

Chita, con gesto de desprecio, observa con desdén el ajetreo:

-"Tarzán, hijo, no te dejes impresionar: el que tiene mucho que hacer es que, todavía, no lo ha hecho".


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miércoles, 1 de diciembre de 2010

SABER SENTIR


Todo se había dispuesto vía mail. Aquella noche debía ser la primera de otras muchas, asidos por el amor de dos teclados lejanos, que casi siempre pulsación tras pulsación, ritmaban el tic tac más sonoro y distante.
Al anochecer se encontraron en el aeropuerto, su avión llegó con retraso, pero no sirvió de nada para entorpecer el momento. Sincero y sibilino, él sintió que sentía mientras se decían:

Seseo socavándote…
Sonrío…
Sueno sin sabor
Silabeando su susurro.
Sueño,
Sin saberlo
Sin sentido,
Sesgar su suave sur.

Sientes?

Siento,
Sé saber sentir.

Supongo sabes ser?

Sí… Sé.

Siéntate!

Sola?

Sola,

Sólo sé sentir si sigo …

Sientes?

Siento..!

Sí…, sé.

lunes, 29 de noviembre de 2010

REGRESO




Cuando regresó a casa, después de muchos años con destino forzoso en la casa de otros, se dio cuenta de que el reloj no se había parado para ellos ese día de octubre, de frío y castañas. Sintió que el calor de la cocina de la abuela no calentaba igual que cuando ella estaba. Que aun le quedaba algún amigo porque la muerte no había sesgado su vida. Que se había acostumbrado a ir y venir, pero nunca a estar. Que después de todo, fue un mercenario más exiliado por dinero, y que al final, tras estudiar y formarse hasta hacerse un funcionario en un país que se desgaja, tuvo que aguantar el dedo acusador que le apuntaba como “CULPABLE” de la crisis económica.
Cuando regresó a casa, esperó su último día con la mirada del guerrero templario, no hubo medallas, aplausos, ni agitado recibimiento, pero sonrió alegre porque su indulgencia plenaria había sido concedida.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Ana María Matute. En su propia voz





El niño al que se le murió el amigo
Ana María Matute


Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
-El amigo se murió.
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

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domingo, 21 de noviembre de 2010

OJOS


Le arranqué los ojos con mis manos. Mientras en sus cuencas, húmedas, calientes, aun quedaban restos de su sangre. Por fin pude descansar de sus miradas, aunque ahora me ahogo en desaliento. Pero no es sólo dolor lo que yo tengo por se huérfano de búho vigía. Se los quité porque estoy ciego de amor. Ahora, mira...

“Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, que son dos hormigueros solitarios.”(Fragmento de Miguel Hernández)

lunes, 15 de noviembre de 2010

N E X U S





Soy ese hueco de un ladrillo que se ha perdido en la pared lindera. Hay un bonito jardín donde juegan , gritan y saltan cuatro niños. A veces son cinco, y con el perro, seis. Cuando estan cansados se tumban sobre el césped. De tanto ignorarlos he borrado sus juegos. Hay programas donde se me ve en una cámara lentísima saltando encapsulado.

Son mínimas las veces que alguno de los chicos puede atrapar. En verdad, el perro es el dueño de la pelota. Hasta que se cansa y la destroza con todas sus ganas. Esos dias imagino que soy yo quien le está hincando los colmillos al balón , sacando menudos trozos cada vez mas pequeños. Es la gloria.
Cuando ellos finalmente desaparecen de todas las versiones del jardín exhaustos y felices, tambien giro dichoso. Siento que he jugado con ellos.

Por la tarde la estrategia es diferente. Los niños se lanzan un objeto de forma extraña unos a otros y aunque el perro se esfuerza no lo puede capturar. Cansado, se deja caer sobre la hierba y hunde el hocico entre sus propias patas.Algo me mueve la melancolía.

De este lado de la cerca hay un profesor virtual de Matemáticas. Cada mañana cuando despierta, tose y carraspea fuerte . El programa dura diez minutos. Se le han carcomido algunos fractales que consiguió en Egipto y el ojo se distrae esperando una salida de emergencia en esas zonas . El hombre abandona el lecho tambaleándose y apoyándose en las paredes . Cuando él ingresa al cuarto de baño, los artefactos se sacuden , tiemblan afiebrados, largan sus aguas violentamente a las cañerías . Pareciera que la misma casa caerá bañada en sus propios espantos y teoremas. Luego grita mi nombre para que yo despierte. Ignora que ya he despertado , que ya he tosido y retado al vecindario con mis carrasperas y arrastrado mi torpe humanidad por los arabescos del pasillo. “Puta marihuana te volverá loco antes de tiempo “ decía la vieja . Ya entonces íbamos cúbicos. Poliédricos. Tan insanos que en las noches estrelladas nos proyectábamos desde el firmamento como bólidos hacia la materia oscura. Y lo peor no era no poder regresar a la Tierra, sino permanecer un millón de años suspendidos sobre el patio sin siquiera tragar una bocanada de aire.
Algunas mañanas cuando el viento sopla del este, Nexus necesita aspirar mis confusiones. Va zigzagueando hastra el hueco del ladrillo y me sermonea como la primera vez. Con ese cariño tan de perro . Pleno de fidelidades.


Beatriz Basenji

domingo, 7 de noviembre de 2010

AHORA



AHORA.



Ahora cuando despierte


¿Qué veré?


Ahora cuando me mueva


¿Estará ahí?


Ahora cuando intente mover mi cuerpo


¿Podré hacerlo?


Ahora que estoy en lo más profundo de este agujero


¿Podré salir de el?


Ahora que estoy viva


¿Podré seguir viviendo?


O, quizás esté muerta.



Charo Acera.


El regalo del ángel




Y el ángel, se posó en la iglesia. Eligió ese edificio porque era el más alto y desde allí, tenía mejor vista, no porque fuera una iglesia. El no sabía nada de dioses ni de edificios dedicados a los dioses. Le gustaban los lugares altos, eso sí, porque podía ver varias cuadras a la redonda, podía ver a la gente y podía, cada tanto, abrir enormes sus alas y ver las reacciones de quienes lo veían.
El los veía a todos, pero nadie lo miraba a él. La mayoría de la gente caminaba cabizbaja y de mal humor, pensando en sus problemas y en que todos los días debían recorrer el mismo camino aburrido. Muy pocos miraban las plazas, a la gente que cruzaban, y al gatito en la ventana. Ellos fueron los que detuvieron sus pasos, preguntándose que era eso de pie en el borde del campanario. Recién entonces, cuando el ángel abrió sus enormes alas, todos, inclusive los que no miraban nada, alzaron la vista y boquiabiertos notaron al extraño ser que aleteaba sobre ellos. Y como un regalo del ángel, él único que jamás les daría y el mas valioso, vieron la belleza del cielo y del campanario y supieron que de haber mirado antes, lo hubieran visto sin necesidad de confusos milagros y que la misma belleza la encontrarían en cualquier esquina, de atreverse a observarla.

sábado, 6 de noviembre de 2010

RAZONES.





RAZONES.







Cuando empecé a pintar este cuadro, sentía una enorme opresión en mí, di un repaso a mi vida, a mi educación y poco a poco fui reflejando en él, como me sentía y las cosas que estaban provocando ese estado. “El Paraguas Rojo”, fue un símbolo, una metafora para expresar la gran carga, llevada con tiento y equilibrio; esa que nos van imponiendo desde pequeña, se buena, honrada, responsable, buena madre, buena esposa, callada y HUMILDE; más las que te impones tu, MUJER, capaz de todo, trabajadora en casa, organizada, limpia, la mejor madre, la mejor esposa, aunque se te atraganten; la mejor profesional, aunque revientes de puro cansancio; la mejor amiga,… Por eso el paraguas llega al suelo, es tan grande que tiene que sujétalo con las dos manos.




Tus hijos se hacen grandes, van a su bola y a sus intereses, lo normal y para ellos eres su madre, pero no te ven. Para tu marido eres la esposa, la de siempre, y deja de verte. Y tú, estás tan dedicada a todo, para llegar a final de mes, para que no les falte de nada a los niños y a él, que empiezas a sentirte invisible.




Y para colmo de males, como en el camino has perdido la autoestima y la personalidad, aparece EL OLVIDO, ni siquiera sabes lo que te gusta y solo sabes caminar dando un pasito detrás de otro sin salirte de la línea marcada, haciendo equilibrios para que nada se altere.




Mis mujeres de Paraguas Rojo, todas tienen un problema para resolver que es: mirarse a sí mismas y descubrirse poco a poco, para volver a encontrarse.




A veces es muy difícil, porque nadie quiere perder en este empeño ninguna posición ganada y ELLA se encuentra con la realidad y es tan dura como una gran bofetada, la desorientación es tremendamente poderosa y la caída al más profundo abismo; pero, os puedo asegurar: qué se sale, porque existe en lo más profundo de tu ser un “Yo” con esperanza, y hay algo que te dice que está aquí por alguna razón y cuando te despiertas , es el momento de empezar a caminar y encontrarse , encontrar esa maravillosa razón de vivir , ser tu misma.







Charo Acera.




jueves, 4 de noviembre de 2010

Las cuentas del lobo.


                            Sobre un Cuento Tradicional Leonés. Recogido por Julio Camarena. Villalibre de Somoza.

El lobo fue a confesarse y el señor cura le dijo:
- ¡Pero hombre! ¿Cómo hace usted tanto daño?
- Comer por hambre no es pecao y Dios lo comprende.
- Ya, ya, pero de todos modos comes de más. En penitencia has de ponerte a régimen. Sólo puedes comer una libra o a lo sumo libra y media de carne.
Nada más salió de nuevo al monte cuando se encontró con una burra y su burrín. Lo cual le dio gran alegría:
- ¡UuuuuuYyyyyy! Justo, justico...
¡Una libra la burra
y media el borrico!

miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA SALIDA


No fue fácil.
Mao Tse Tung tuvo que salir de los Infiernos por mediación de un verdugo francés que llevaba muchos siglos congraciándose con el maligno, a causa de que en reiteradas ocasiones dejaba ganar al dueño de casa partidas de ajedrez.
Cuando traspuso la gatera infernal, se lo vio a Mao muy alto y de porte inusitadamente atlético, totalmente recuperado de las dolencias y la edad senil que lo habían llevado al óbito.
Ansioso por volver a admirarse de sus logros políticos y personales, llegó a caer en Tientsin, sin haber procedido a despedirse ni de sus camaradas de horno y con paso vivaz y sin pérdida de tiempo, comenzó a recorrer las nuevas urbanizaciones que habían avanzado sobre los antiguos ejidos de la Ciudad portuaria.
Lo primero que advirtió fue que su retrato había desaparecido de las paredes y columnas de propaganda y las innumeras fotografías de Teng Hsiao Ping que habían reemplazado la suya gozaban del proceso alto relieve y technicolor y resplandecían aún bajo la lluvia.
Quedó estupefacto ante los puestos de venta de periódicos. Allí la gente se reunía sin apuro a leer con entusiasmo los titulares y a comentar jocosamente la nueva ley de matrimonio. El mismo, olvidándose que era un fantasma, tomó al azar algunos ejemplares.
Mientras daba una rápida lectura a las noticias internacionales, sintió que alguien lo tomaba del brazo con gesto afectuoso.
Miró a la izquierda y se encontró con un polaco de rostro simpático y ojitos vivaces e inquisidores -Rostik Kaneruk- que en los ratos de ocio zurcía las colas de los demonios con símiles de mono y en horas de labor trabajaba de espía del Maligno y gozaba de gran confianza entre los jerarcas del Comisariato. Más aún: Mao sabía de muy buenas fuentes, que el Secretario General de los infiernos lo tenia apuntado en la lista de los miembros destacados, por lo cual Mao al sentirse prendido del brazo por el polaco, cambió de humor.
-De servicio? -preguntó Mao en impecable estilo diplomático.
-Visita de turismo -respondió el otro.
El ex Premier sintió una especie de garfio hundiéndose en el interior de su codo.
" Turismo", pensó y de inmediato entró a sospechar algo gordo.
-El Vaticano, tal vez? -
Rostik guardó silencio y siguió apretando.
-Acabo de enterarme que hay un polaco en el sitial de Pedro, el Apóstol. Lo felicito - musitó Mao.
Rostik Kaneruk rió con una risita socarrona y llevándose las yemas de los dedos unidas hasta los labios, enviaba besitos al aire con gesto divertido.
Caminaron largo rato por las callejuelas cercanas al sector portuario, doblándose cada vez que pasaban debajo de las cornisas y las vetustas arcadas, a causa de la gran estatura de ambos, al punto que muy pronto semejaron un par de hoces transparentándose bajo la luz vacilante de los farolitos chinos.
Los olores de pescados fritos y salsas picantes los asaltaban a cada paso incitando los viejos apetitos. A punto estuvo el polaco de invitar a Mao a un bodegón semiclandestino frecuentado por marineros extranjeros y muchachas chinas, cuando recordó que la gentileza no era precisamente una cualidad de los demonios y que se le había encomendado participar a Mao las nuevas directivas.
-Mao - comenzó diciendo el espía del Infierno - el Jefe le ha tomado verdadera estima y desea que usted progrese en la Carrera.
-Honradísimo - murmuró el ex premier.
-Ud. sabe que en la Carrera los servicios son todos iguales. Ninguno goza de mayor o menor jerarquía.
"Me está dorando la píldora ", pensó Mao y quiso distraerse admirando una nave surta en el espigón más cercano.
- ¿Qué es esto?!! – comenzó a gritar Mao.
-Un barco -respondió el otro perplejo.
- Cochino barco norteamericano! -gritó Mao levantando el brazo derecho en actitud agresiva -Tenia que tomar el puerto de Tientsin para desagotar la sentina! Cerdos capitalistas! Hasta aquí nos traen sus mierdas !
-Mao tranquilícese.¿ Qué más da? Recuerde que Ud. es ahora un fantasma.
-Fantasma o no me van a oír!
-Cálmese Mao... - insistió con suavidad Kaneruk - Precisamente ahora que estaba por decirle que hemos pensado en algunos cambios...
Pero Mao ya no le oía. Sus dedos hacían girar un objeto cilíndrico que había levantado de un cúmulo de basuras que yacía a un costado de la dársena.
-Coca Cola! Coca Cola envase de latón!! Miserables!
Mao estaba rojo, y así doblegado por la elevada estatura, le hacía recordar a Kaneruk una cacerola abollada en la que su madre cocinaba el borsch.
-Belcebú ha dicho que no hay inconvenientes en que abra usted una feria de novedades en Paris.
Mao lloraba sentado sobre un adoquín relamido por desechos de petróleo.
-Claro está, su labor estará concentrada en la compra y venta. Podrá viajar. Correr mundo y... quién sabe?
Kaneruk comprendió que era inútil seguir hablando. Pasó a sentarse sobre la pila de basura y esperó.
-Envíeme junto a ese pillo de Teng -reclamó al cabo de un rato Mao - Ya. Ya. Estoy dispuesto a limpiarle hasta el mingitorio!
-No lo dudo -respondió el polaco, contrariado.
Exploró por unos minutos el espíritu de Mao y a pesar de que no deseaba hacerlo, inició un breve parlamento:
-Se comprende que para Ud. que fue el Jefe de Estado, el líder, esta realidad lo trastorne. Debe reconocer que la China de Mao ya no existe. Teng y los que sucedan a Teng pasarán y China seguirá siendo China. El mundo está cambiando aceleradamente. Muy pronto sucederá un colapso internacional.
Se sabrá que Fort Knox está vacío y que las reservas de oro se quemaron en las guerras perdidas, en carrera armamentista, en espionaje, sobornos y gobiernos títeres. Nosotros mismos dejaremos de usar nuestras anacrónicas colas archirremendadas con símiles de mono y adoptaremos rabos de dacrón lo cual vendrá a reportarnos un ahorro de varios millones de diablones, teniendo en cuenta que la inmensa población de los Infiernos va a sextuplicarse en la próxima década. Belcebú en persona ha tenido que visitar a los directivos de la Casio para interesarlos en una supercomputadora y banco de datos que pueda mantener nuestros archivos al día. No es fácil. Siempre se nos desliza algún internado.

Mao, en un gesto de complicidad, palmeó al otro campechanamente.
Siguieron caminando por las angostas estradas del puerto. Una anciana pasaba encendiendo los faroles y un par de marineros caminaban rumbo a la garita próxima para tomar la guardia.
Era una noche como todas, abovedándose con displicencia en el cielo de China. Un muchacho solitario, con aspecto de malhechor grababa unas iniciales en el mango de un cuchillo.
De repente apareció un coolie trotando sobre el empedrado de la calle y ambos subieron y se dejaron transportar en la silla.
El coolie tomó por una senda desconocida oculta por unos galpones de la aduana y fue a salir a un bosque de hayas donde el viento prendía dulces quejumbres mientras jugueteaba en las tupidas frondas de los árboles.
También inesperadamente el coolie detuvo la marcha y corrió en la espesura de Ias sombras. Bajaron los habitantes del Infierno y alumbrándose con una luciérnaga que Mao logró atrapar en vuelo, se alejaron en pos de una lejana luz que se mecía tal vez debajo de un alero.
Tuvieron que atravesar un trigal espeso que les hostigaba los cuerpos invisibles hasta llegar al lugar. Entonces se encontraron conque el farol divisado a la distancia, pendía de la mano de un hombre subido a una escalera apoyada en un muro.
-Alto, quién vive? -gritó el desconocido.
-Soy el difunto Rostik Kaneruk, espía de confianza del Maligno y zurcidor de las colas de los demonios y mi compañero aquí presente es el Premier Mao Tse Tung.
-Mao -Tse -Tung? -preguntó el hombre después de un silencio que resbaló casi tonto.
Luego descendió lentamente las barras de la escalera y trató de ver a los recién llegados.
El polaco retrocedió unos pasos y estaba en guardia, empuñando una imponente llave francesa de fabricación sueca. Mao Tse Tung miraba al hombre desde el frío objetivismo de su ciencia política.
¿-Dónde estás Mao Tse Tung que no te veo? Yo soy uno cuyo padre fue alcanzado por una de tus purgas! -dijo el desconocido inyectando de ira cada una de sus palabras. Enseguida pegó un silbido y un perro chow apareció desde atrás del muro.
Rostik recorrió el paredón descargando la fuerza de su puño de trecho en trecho, tratando de averiguar si sonaba en falso.
Desde el fondo del bosque de hayas los pies desnudos del coolie fueron estremeciendo menudamente la tierra.
El desconocido y su perro permanecieron expectantes.
-Eres tú, padre? -
-Soy. Soy. -respondió el coolie.
-A quiénes has traído esta noche, padre?
-Nadie ocupó mis servicios.
El desconocido primero rió, luego dijo:
-Entonces te has cargado dos espíritus parlantes. Uno de los cuales dice ser Mao Tse Tung.
El coolie escupió y lanzó de inmediato una prolija lista de insultos de la que no se excluía a la madre del Premier. En tanto el chow pretendía diluir las oscuridades elevando jactancioso el hocico junto a la posada imposible.
-Ahora mismo, del otro lado, están tus ocho compañeros de purga, juramentándose con el primo Wang Chao, esperando que tú les des órdenes.
El coolie avanzó hacia la luz del farol que sostenía su hijo y entonces pudo verse su rostro y cuello sembrado de horribles cicatrices.
Como el perro no dio evidencia de los forasteros, el hijo apoyó el farol en tierra y caminó de un extremo al otro del muro.
El viejo esperó confundido entre las sombras expectante como un tigre.
Tras la inspección, padre e hijo, seguidos del perro desaparecieron por un agujero, abandonando la escalera y el farol.
- ¿De qué sirve haber sido Mao Tse Tung? -inquirió el ex líder.
-Dé gracias que está muerto, porque de lo contrario aquí mismo lo asesinarían - contestó Rostik y aprovechó a rascarse un punto estratégico de la espalda con la llave francesa.
Una bandada de patos salvajes pasó chillando con rumbo al mar.
Salieron los conspiradores montados en sus bicicletas por detrás del muro y el hijo del coolie con el perro en brazos y todos quedaron escuchando el volar de los emplumados. Uno de ellos hizo un disparo de pistola y los patos graznaron conscientes del peligro.
Los huéspedes del Infierno aprovecharon a subir por la escalera y se refugiaron en lo alto del paredón.
Del esfuerzo, Mao se sintió tan agitado, que estuvo a punto de caer y apenas recobró el aliento, pasó un esparadrapo infernal, a modo de pañuelo, enjugando el vinagre que brotaba de sus sienes.
-Están ahí- gritó uno de los juramentados.
-Están, sí, están sobre el muro! –descubrió otro.
Se oyeron de inmediato disparos de pistola. Los hombres, favorecidos por las sombras huyeron con las bicicletas hacia el bosque y como impulsadas por la misma mano, endebles luces se encendieron en las cercanías.
Desde la rada, se dejó oír una sirena de alarma y algunos barcos, entre ellos el yanqui, se iluminaron de proa a popa . Una gran manguera de incendios fue corriendo por uno de los muelles y a medida que los disparos se multiplicaban, el aire iba llenándose de signos de peligro que se azuzaban y perdían en torno al bosque. Finalmente un jeep de la Prefectura apareció gastando los faros con el encendido, "a giorno".
Los militares llegaron blandiendo con soberbia sus Itaka.
-Declare los hechos, ciudadano! -exigió uno de ellos al hijo del coolie.
-Hemos oído voces de gente extraña. Dos hombres. Uno dijo ser Mao Tse Tung y el otro, un polaco...
- ¿Polaco? Polaco puede ser sindicalista relacionado con red de espionaje. Declare ciudadano, cómo era el hombre, cómo estaba vestido, qué número de zapato calzaba, camisa de qué color? Usaba bigote? Lentes de contacto? Declare!
-No se vio, camarada centinela. Sólo se oyeron voces y el perro bien enseñado, tampoco pudo encontrar. El chow está tranquilo.
Los cuatro militares bajaron del jeep, corrieron en diagonal, caminaron de espaldas contra el muro, enfocaron hacia lo alto con sus potentes linternas de servicio; dos de ellos estuvieron a punto de matarse chocando espalda contra espalda junto a la escalera, pero nadie vio a Rostik Kaneruk en compañía de Mao Tse Tung sentados a horcajadas, en la pared. Tampoco escucharon el breve diálogo que ambos sostenían:
-Es muy dura esta posición -decía el ex Premier achicando sensiblemente la eminencia de su voz.
-Es, excesivamente dura, hasta para un diablo -reconoció el otro.
-Permítame regresar a los Infiernos -rogó Mao y algunos lagrimones se le corrieron de los ojos.
-Imposible. Belcebú lo ha confinado a la feria de novedades en París.

A pesar de la posición, Rostik Kaneruk se sintió alcanzado por un estado de creciente euforia que le hizo sudar azufre, sin embargo, dejó que el evadido masticara la negativa y luego dejó caer su propuesta:
-Únicamente que pactemos una permuta.
- ¿Cuál?
-Yo me haré cargo de la feria y Ud. irá de zurcidor de las diablas caudas .
Mao pensó: "Polaco reaccionario", pero antes de que el espía se arrepintiera de la oferta, respondió:
- Qué sea!.-

Beatriz Basenji

lunes, 1 de noviembre de 2010

pequeña historia de Halloween

Los días en un hotel semi abandonado resultan interminables, por no decir infinitos.
Hacía meses que trabajábamos sin descanso aún sin saber si cobraríamos nuestro sueldo. Se trataba de un viejo hotel que hacía tiempo había albergado un asilo de ancianos y que ahora, en tiempos de la crisis se volvía aún más decrépito como los antiguos inquilinos que allí habían morado.
Las instalaciones eran viejas, cuando llovía podíamos escuchar el ruído de la lluvia al caer por las cañerías rotas. Las paredes estaban desconchadas y sucias y la vajilla que en otro tiempo fue hermosa, estaba rota en algunas partes así como la cristalería que se había vuelto opaca de tanto lavarla en el lavavajillas.
Trabajamos sin descanso Andrea, un chica rubia y corpulenta con una obsesión enorme por la limpieza, aún sabiendo que ya hacía mucho tiempo que nadie venía a alquilar las habitaciones del hotel. Ella y yo, Rosely, me llamo, nos encargábamos de que las habitaciones estuviesen pulcras, mientras que Raúl, se encargaba de la cocina, y Pedro, era el encargado del mantenimiento y la limpieza de la piscina.
Raúl era colombiano. Como digo se encargaba de la cocina, era nuestro cocinero oficial del hotel quien debía preparar suculentos platos para los clientes y que sin embargo, dada, la inexistencia de estos cocinaba para nosotros.
Como digo, eramos unos buenos trabajadores, con la misión de mantener aquel hotel en buenas condiciones aún sabiendo que los verdaderos dueños habían desaparecido del país, sin pagarnos nuestro sueldo.
Nosotros en el fondo, soñábamos con que aquel hotel sería nuestro con el tiempo, no nos pagaban pero al fin y al cabo estábamos mucho mejor allí que en nuestras casas, limpiando, cocinando, durmiendo, mientras algunos esperábamos la regularizacion de nuestros papeles de extranjería y otros deseábamos fervientemente que de algún modo se reconociese y se nos pagase por nuestro trabajo.
Fue una noche de invierno.
El hotel se hallaba suspendido sobre una loma. Era una imponente casona colonial, poblada de largos, oscuros y fríos pasillos, llenos de recovecos y de habitaciones misteriosas donde el teléfono sonaba misteriosamente a altas horas de la noche y donde la reja metálica que servía de apertura a los coches recién llegados aveces, se abría sola sin que nadie la accionase.
Raúl el colombiano nos había dicho que cogería el coche para ir a la ciudad. Era su día libre y había quedado con unos compatriotas para celebrar que uno de ellos sería padre.
Así pues sólo estábamos Andrea, Pedro y yo.
A mitad de la noche la puerta de mi habitación se abrió con un golpe seco dejando pasar la luz del pasillo encendida, una luz que yo creía haber apagado antes de irme a dormir.
Bostezé y medio dormida miré el umbral. A través de la puerta se dibujaba la figura de Andrea, no le veía bien el rostro pero sabía que era ella por que tenía un cabello largo, rubio y encrespado, muy parecido, y llevaba un camisón blanco y largo como el que ella solía utilizar.
Me dijo:
-No esperes a Raúl, porque no vendrá esta noche ni nunca. En la autopista ha sufrido un accidente y su coche ha volcado.
Inmediatamente di un salto en la cama y pregunté presa del terror.
-¿Andrea eres tú?.
Pero nadie me contestó.
Salí al pasillo y miré hacia ambos lados, se extendía un largo corredor de paredes abombadas por la humedad lleno de cuadros antiguos de los mejores momentos del hotel, cuando lucía en su máximo explendor. Pero allí no había nadie.
Todas las habitaciones estaban cerradas con llave y sabía que Andrea no podía estar allí pues dormía en el último piso.
Pensé que era una broma de la chica y continué dormiendo.
A la mañana siguiente, hablé con Pedro, el encargado de mantenimiento y me dijo que nada sabía de Raúl, ni tampoco de Andrea, y que creía haberle oído durante la centa que se apuntaría a la fiesta del colombiano, así que ambos habían partido esa noche en el mismo coche.
Más tarde nos llegó la noticia. Raúl y Andrea habían perecido en el mismo accidente de coche.
Sin embargo, aveces tengo la sensación de que la chica que se asomó a darme aquella noche la trágica noticia no era mi amiga. Se parecía en ella en cuanto a su corpulencia y su pelo pero su voz no era la misma y no era posible que fuese ningun inquilino del hotel porque salvo nosotros cuatro allí no había absolutamente nadie.

Aveces tengo la impresión de que esa noche hablé con un fantasma.

Nunca más he vuelto a trabajar en ese hotel y todavía es el día de hoy que recordando aquella mujer en la penumbra de aquel pasillo siento escalofríos.

domingo, 31 de octubre de 2010

La llamada de la noche.


Allí estaba una vez más. Sola, en medio de la noche. Entre la oscuridad y el silencio. Bajo la pálida mirada de la luna y el leve titilar de un tupido manto de estrellas.
Recordó aquella primera noche, hace ya muchos años, cuando siendo poco más que una niña se empeñó en ir a ver las estrellas. Fuera de la ciudad, donde la hermosa nocturnidad no pudiese ser hollada por las luces impías de neón. Aunque en muchas ocasiones ésta le había sorprendido fuera de ella, siempre había sido en bulliciosa compañía. Nada que ver con el romanticismo que exhalaban tantos poemas leídos, tantas historias entrelazadas en las páginas de las novelas... Y decidió que ya era hora, que el momento había llegado. No supo muy bien a que podía responder tan imperiosa y repentina necesidad, ni si su deseo pretendía tan solo experimentar nuevas sensaciones o si, además, pretendía poner a prueba el amor de su acompañante. El caso es que sentía ese impulso en su interior de forma insistente y desbocado. Insistió; insistió hasta que consiguió cumplir su deseo, un deseo que solo su conciencia sabía tenía muy poco que ver con el aparente romanticismo que la situación podía aparentar.
Era una noche tardía de otoño, casi de invierno, y el ambiente estaba muy frío para aquel tiempo. A pesar de todo, su pertinaz insistencia consiguió convencerle (era él quien conducía) para buscar un espacio un tanto alejado de la ciudad, un lugar en el que poder contemplar limpiamente las estrellas. El coche les condujo por veredas y caminos hasta una pequeña ermita oculta entre pinos, robles y encinas, refugio de cazadores en los días abiertos de veda. Apagaron el motor. Él no hizo ningún ademán que permitiera adivinar su intención de abandonar el automóvil. Ella, decidida, dio el primer paso. Había sido su deseo. Abrió la portezuela y salió al silencio de la noche. Era oscura. Allí, lejos de las luces protectoras de la ciudad, parecía de repente más profunda de lo que nadie pudiera jamás imaginarse. La luna no brillaba como en otras ocasiones y el manto estelar, casi invernal, parecía infinitamente más lejano que en las noches estivales. Dio unos pasos hacia la oscuridad y el silencio. Y allí, en medio de una intangible inmensidad, miró hacia el cielo.
Estaba sola. Se sintió sola. Fue como si de repente el silencio, más que la noche, lo invadiese todo. Y se vio de pronto convertida en un minúsculo grano de arena batido por la enorme grandeza del mar, un breve y leve sonido en el grandioso conjunto de una orquesta. Se notó pequeña e indefensa, como si de pronto todo el peso del mundo cayese sobre sus jóvenes hombros. Y sintió tal opresión que hasta se le hizo un nudo en la garganta. Comenzó a tiritar, aunque no por el frío de un nocturno otoño, sino por la indefensión de tan diminuto ser ante la enorme magnitud del mundo, ante su grandiosidad. Creyó sentir en un solo momento todos los sonidos que la ciudad desconoce..., el viento entre los árboles... el vuelo de nocturnas aves... la respiración tranquila de pequeños animales..., el sonido acechante de los depredadores ... Y un ciento de sonidos más difícilmente reconocibles en aquel momento y en aquel lugar. Y el peso fue tal, ¡tan grande! la opresión sentida, que su inmediata reacción fue escapar, escapar del peso de la noche buscando el único resquicio de civilización que podía encontrar en ese momento a su alcance.
Se refugió en el coche. Él no se había movido de allí, observando – tal vez sorprendido – su extraña actitud. Y ante la angustia que ella demostraba, la abrazó. Se dejó rodear por sus brazos, pero el gesto de él no pudo impedir las convulsiones nerviosas que la azotaban, no pudo impedir que las lágrimas aflorasen incontenibles, cual catarata en época de deshielo. ¿Angustia?, ¿miedo?, ¿rabia?... ¿soledad? Cada gota caída parecía llena de inconmensurables sentimientos que aún hoy, cuando recuerda lo ocurrido aquella noche, no es capaz de descifrar.
... Pasó el tiempo. Desde entonces, muchas veces se ha enfrentado al silencio de la noche y ha descubierto las mil caras de una belleza apenas vislumbrada por la mayor parte de la gente. Una belleza real, no inspirada por sentimientos románticos, basada en su propia inmensidad, en el sentimiento de grandeza de una oscuridad cargada de luces y reflejos, de un silencio lleno de sonidos, de una soledad compartida con la compañía del tiempo y el espacio. El miedo fue desapareciendo. Y frente a la angustia fue surgiendo la paz.
Y fue en esta comunión que poco a poco fue creciendo entre ella y la noche que llegó el momento... Hoy es una noche de estío. Las estrellas brillan temblorosas, iluminando el entorno con destellos que acompañan la lechosa claridad de la luna llena. Tras ella se recortan los montes elevándose nítidamente al cielo con una extraordinaria grandeza, como un antiguo grabado lleno de mágicas insinuaciones... El silencio se ha plagado de nocturnos sonidos ni siquiera imaginados en las noches urbanas: cálidos, profundos, misteriosos,..., llenando de vida la inmensidad de la misma. Hoy es el momento. Hoy es la noche...
Desnuda de cuerpo y alma, tumbada sobre la propia desnudez de la Tierra, ha sentido latir dentro de ella el milagroso influjo de la Madre que la arropa. Y hoy, que sabe que lleva una semilla de vida nueva en su interior, ha sentido de repente toda la sabiduría que durante siglos se ha transmitido por línea femenina. Ha aprendido de golpe los misterios de la vida. Ha descubierto el lazo invisible que durante tantos años la ha unido con la naturaleza. Hoy ha comprendido qué la atraía de la Noche..., la llamada de la Madre Tierra queriendo transmitirle el saber de tanto tiempo, haciéndola heredera de conocimientos ancestrales. Hoy ha sabido por qué ha perdido el miedo y se siente tan cerca de la tierra y las estrellas. Y hoy ha conocido, en comunión con ella, que la semilla que guarda en sus entrañas será una niña, una niña que heredará de nuevo tantos de esos misterios apenas vislumbrados, una niña que será la heredera de sus saberes y esperanzas.

sábado, 30 de octubre de 2010

QUIERO RECORDAR HISTORIAS.

Quiero recordar historias,

de mi época infantil,

quiero que mi mente regrese,

a aquellos años

y recuerde

las palabras,

que cuenten mis historias.

Y no salen…

simplemente no están.

Quiero recordar un cuento,

un recuerdo,

un cantar,

de cuando en mi día y en mi vida

el campo existía,

de cuando el monte

era mi hogar,

cuando los árboles mis amigos

se callaban al pasar,

hacían silencio con sus ramas,

y dejaban de susurrar,

de contarle historias al viento,

se guardaban los cotilleos,

y quietos

me miraban al pasar.

En mi tierra, de pequeña,

Mi Extremadura olvidada,

Mi infancia atareada

eran,

las herramientas del huerto

mis juguetes

y mis cosas de jugar.

Cuando por ser chica,

pequeña de edad,

el botijo del agua era,

era mi trabajo y mi andar.

“Chica a la fuente”,

“Chica a por agua fresca”,

Y si protestabas,

“Chica a callar”.

Que eran las palabras, orden,

Y el silencio la respuesta,

Que si encima protestabas,

ración doble te esperaba;

por lo qué,

no había otra que:

obedecer y callar.

Recuerdo caminos y miedos,

de silencio

y soledad.

Caminos de lobos imaginarios,

de serpientes escondidas,

de mariquitas contando,

de tiempo embobado y perdido,

de mariposas volando,

de arañas escondidas,

azuzadas por un palo,

de nidos observados,

y gorriones trinando,

de jilgueros y tórtolas,

lavanderas y mirlos,

de un ruiseñor solitario…

Todos ellos en su mundo,

ellos, todos en el mío.

Paseos interminables,

por el monte:

“a por agua”,

“por helechos”,

“la merienda”,

“esa cesta”,

“chica no te embobes”,

“chica trae el gancho”.

Chica era,

un jornal yo trabajaba,

que, aunque chica, no paraba.

Pero,

No recuerdo ni cuentos ni historias,

y sí que las contaban.

Con los años,

ya de grande en mi casa

de la ciudad,

crecida,

en el recuerdo,

no hay palabras,

ni hay chistes, ni fanfarria,

solo recuerdos del campo,

solo recuerdos intensos,

de las muchas horas trabajadas,

de chica y de moza

y de grande…

Olvidos intencionados,

de todas aquellas palabras.

No hay recuerdos para convertir,

ni en filandones ni en historias,

no hay palabras.

El cansancio me impidió,

almacenarlas

para después contarlas.

La ciudad se las comió…

Y mi vida mejorada

las olvidó…

No hay nada que contar,

de filandones de mi casa,

donde la vida era labrar

la tierra con las manos

y el silencio por cantar.

En tierras de Extremadura,

tierra dura del campo,

en aquellas épocas tan crudas,

que no eran épocas de cantos

Ni de chistes.

Los cantos,

eran solo obligaciones.

Era, trabajar el campo.

Charo Acera.