lunes, 22 de junio de 2015

MATAR AL CÉSAR.

Lo vio llegar con una sonrisa de césar, orgulloso de haber ganado la última batalla. Desafiante, rodeado de reducido séquito de servidores a los que en otras circunstancias no hubiera prestado la más mínima atención.
Se acercó altivo al lugar que consideraba su feudo y que por algún tiempo le había sido arrebatado.
Al aproximarse, sus miradas se cruzaron. Pretendía que la suya resultara arrogante, triunfadora, tan superiormente hiriente, que la otra no fuese capaz de mantener el aire de victoria impreso en ella, hasta conseguir que la apartara y dejar con ello patente su triunfo.
Pero se encontró con unos ojos que supieron mantenérsela con  sonrisa burlona. Más desafiante aún si cabe que la suya propia, mientras sus labios la prolongaban hacía una  risa
jovial.
No iba a permitir humillación alguna por su parte. Era él quien se había rebajado al elegir la estrategia de esa guerra. Sonrió abiertamente, con un gesto abierto y luminoso, su mejor arma, mientras comentó jovialmente a los acompañantes de su mesa:
"Está claro lo que la Historia nos demuestra. Y es que la única forma de hacer que un césar -o un dictador, que viene a ser lo mismo - renuncie definitivamente a su poder es una sola. Cortarle la cabeza, de una vez y para siempre ".
Cogió luego el vaso con su mano y, aún sonriente, saboreó con deleite su café helado.
Fue el otro quién volvió su cerviz hacia otro lado y a sus servidores a quienes se les heló el gesto de arrogancia. 
Aunque en esta ocasión fuese escaramuza, que no batalla, ésta no habían conseguido ganarla.

jueves, 18 de junio de 2015

MELODÍA DEL PASADO.



Había escuchado muchas veces aquel viejo piano. Desde que apareció en la taberna, desde entonces, muchas manos lo tocaron y arrancaron de él notas que hacían transitar a los oyentes por todos los sentimientos.
Ella nunca lo tocó. No dominaba el arte de la música aunque le gustaba dejarse llevar por ella. Esa tarde, sentada en el patio emparrado, escuchó una vez más como alguien desgranaba sus notas en el silencio de una tarde bastante solitaria. Se dejó llevar por una melodía que le despertó antiguos recuerdos, reminiscencias del pasado.
La curiosidad pudo con ella y se levantó lentamente. Parada en el quicio de la puerta, escuchó con más atención aún que antes. La melodía le resultaba ¡tan conocida! Sigilosamente, se acercó un par de pasos más. Sentada en el piano, una figura masculina se inclinaba sobre el mismo con mimo, desplazando sus manos con infinita delicadeza. Su rostro, oculto en la sombra del ala de un ancho sombrero, parecía querer guardar celosamente el anonimato del intérprete.
Dio un paso más. Se sentó en uno en uno de los taburetes de la barra y redobló su atención. Las manos del pianista se alargaban sobre las teclas acariciándolas al ritmo de aquella melodía que repetía una y otra vez. Sus ojos quedaron atrapados en el movimiento de aquellos dedos. Y, entonces, reconoció  a un tiempo aquella canción y los dedos  que  seguían infundiéndole la misma alma que el día que la escuchó por primera vez.
Cuando acabó la melodía sus ojos se cruzaron con los ojos del músico.  Se sonrieron, y con un gesto le  dedicó en silencio, una vez más,  aquella canción que había nacido para ella hacía ya cerca de cincuenta años. Seguramente, en algún lugar muy cercano al que ahora ocupaban ambos.

viernes, 5 de junio de 2015

ATRACCIÓN IRRESISTIBLE.



 (Llevaba varios días rondándome por la cabeza. Hoy lo comparto con tod@s vosotr@s para refrescar este día que, mucho me temo, se presenta excesivamente caluroso)

Llevaba observándola largo rato. Con profundo deseo. Destacaba entre las demás con todo su esplendor y, desde el primer momento, no pudo apartar sus ojos de ella. Hacía calor, y su boca se llenaba de agua solamente de imaginar  sus manos y su boca posándose sobre su tersa piel.
Al fin se decidió. Sorteando uno a uno los obstáculos que se interponían entre ellas, avanzó lentamente, de forma sutil, intentando pasar desapercibida, hasta que alcanzó el grupo.
Entonces, con un movimiento decidido y rápido, la sujetó con ambas manos para evitar que se le escapara y la acercó hasta sus labios sin encontrar resistencia alguna. Fue justo en ese momento cuando también  llegó hasta ella  su aroma irresistible, un aroma refrescante y cálido a la vez .
Ya no pudo resistirse más. Entreabrió su boca y clavó sus dientes en su carne prieta y fresca. Con el mordisco sintió de golpe cómo se le refrescaba toda la sequedad acumulada en aquella tarde de verano. Y tras el primer mordisco vino otro, y otro, y otro…
Mientras la saboreaba acudieron a su mente miles de recuerdos infantiles y la voz jovial de su padre diciéndole:
-         -  Niña, has venido a recoger manzanas, no a comértelas.

miércoles, 3 de junio de 2015

LUNA LLENA.


Abandonó el coche a un lado de la carretera para seguir el camino plateado señalado por la luna llena. A mitad del recorrido  se despojó de sus zapatos, para avanzar sintiendo  bajo sus pies la libertad que le producía caminar descalza sobre el manto salvaje de una pradera tupida y firme.
Le llegaba el aroma de la incipiente jara, del cantueso, del tomillo, mientras la envolvían los sonidos nocturnos del bosque. Y continuaba avanzando ganando en rapidez, hasta convertir sus pasos casi en una carrera.
Alcanzó el claro al mismo tiempo que la luna se derramaba sobre él con toda la plenitud de su blancura, tiñendo la noche de una mágica claridad. Se detuvo justo en el centro. Alzó hacia ella su rostro  y sus brazos abiertos y comenzó a desnudarse lentamente. Después se tumbó sobre la hierba y cerró los ojos, dejando que el resplandor de un grandioso disco lunar se derramase sobre ella.
Cuando los abrió de nuevo, ya la luna se escondía junto al linde donde comenzaba la arboleda, llenando de penumbra y sombras aquel refugio de quietud y de silencio. También ella se sintió llena, plena de satisfacción, de realidad e irrealidad a un mismo tiempo, de indescriptibles sentimientos… Y comenzó a incorporarse muy lentamente, para no turbar con bruscos movimientos la vida que palpitaba en aquel rincón del bosque.
Se fue vistiendo poco a poco  y, aún descalza, inició el retorno hacia su coche, mientras la luna, deslizándose en dirección contraria, llenaba de sombras el camino de regreso y de luz el futuro al que ahora se enfrentaba.

martes, 2 de junio de 2015

CARTAS MARCADAS



Habían sido amigos. Podría decirse que ambos habían evolucionado juntos en aquel mundo tan complejo. Muy pronto se dio cuenta que lo habían hecho por caminos que se iban separando un poco más cada día.
Cuando sus destinos tomaron rumbos diferentes, uno creyó que podría seguir contando con su apoyo, con el respaldo adquirido por tantos años de experiencia en un aparente mismo objetivo. El otro pensó que dejaba en sus manos la posibilidad de seguir manejando sus propios hilos desde la sombra.
Olvidó que no eran mentor y alumno, sino dos iguales. Y el día que descubrió que aquel  a quien consideraba su pupilo tenía criterios propios y que estos no iban a plegarse a sus anhelos, transformó su apoyo en la más cruel de las  inquinas. Sacó mil armas invisibles y, de  forma sutil y lentamente, le fue provocando herida tras herida para que poco a poco se desangrara y abandonara por si solo una partida en cuya mesa él mismo le había sentado.
Se equivocó por completo. Tensó tanto la cuerda de sus mezquindades que el pupilo se revolvió como animal malherido para defender su dignidad con uñas y dientes. Y decidió acabar, pese a todo, aquella partida.
Le costó sobrevivir a un ataque que se prolongó en el tiempo más de lo que había sido capaz de percibir hasta el último momento. Una venda de amistad y trabajo compartido cubriéndole los ojos. A punto estuvo de perder su dignidad en un juego en el que, como reza el dicho, el padre prefería matar al hijo antes de perder su dominio sobre él.  
Afortunadamente reaccionó a tiempo. Caída por fin la cinta que le impedía ver la realidad, se revolvió como animal malherido buscando salvar su vida. Hoy evoluciona lentamente de los golpes, haciéndose más fuerte cada día.
¡Qué pena de amistad mal entendida! ¡Qué mezquindad de juego en el que sobre la mesa solo se ponen cartas marcadas bajo la ingenua ignorancia de los jugadores que más se arriesgan!

CUANDO LOS RECUERDOS HABLAN.


De entre todas las fotografías expuestas en aquella sala, se fue a parar precisamente frente a esa. Esa que mostraba los cadáveres amontonados en la cuneta. 
Una fuerza invisible la había arrastrado hacia allí sin que hubiera podido evitarlo. Y ahora sus pies se habían quedado pegados al suelo frente aquella imagen en blanco y negro, con olor a miedos y recuerdos. Sus ojos fijados en aquellos cuerpos que parecían hablarle desde más allá de la película fotográfica en que se habían visto atrapados.
De pronto, un nuevo pinchazo de esa mano que le duele intensamente, mientras  le viene a la mente el recuerdo de la mano de su madre. Muerta a manos de los fascistas por el sólo delito de querer a un hombre con ideas opuestas a las suyas, dejando huérfanas dos niñas de corta edad.
Ella era la pequeña. No recuerda ya su rostro. Sólo la constatación de quienes la conocieron y la recuerdan como una mujer muy guapa. Su recuerdo y el sentimiento de la injusticia sufrida por su madre le asalta una y otra vez en los últimos años.
Un nuevo pinchazo de dolor en su mano adormecida, sin apenas sensibilidad, y su mirada desciende de las crudas imágenes del papel hasta ese miembro dolorido. Y, con la misma, el insistente recuerdo de su madre, localizada mal enterrada en una fosa común, cuando ella era apenas una niña. Aún se imagina su blanca mano, con la alianza de boda todavía en sus dedos, asomando entre la tierra removida. Así fue delatado su cruel destino a la gente de la zona. Así pudieron constatar su muerte y su identidad. No fue una ejecución. Fue un asesinato. Dicen que sufrió tortura. Dicen que le faltaba un pecho que le habrían cortado por negarse a los carnales deseos de sus opresores, perros salvajes movidos sólo por oscuros deseos de venganza. Dicen…
Ahora ella solo recuerda que tenía apenas seis años cuando se la arrebataron por el simple pecado de ser la mujer de un honrado sindicalista que siempre luchó por los derechos de sus compañeros. Un hombre que cometió el pecado de pensar de forma diferente a los poderosos y así manifestarlo.
Y frente a esa fotografía en blanco y negro, llena de terribles recuerdos del pasado, siente como se asfixia entre el silencio de los gritos ignorados que se ahogan tras la puerta cerrada a cal y canto por el miedo y la vergüenza; de la vergüenza asentada por discursos que aún hoy se deslizan sutilmente, queriendo echar tierra sobre tantas muertes injustas e innecesarias; de esa profunda vergüenza del pasado instalada en algunos de aquellos hijos y nietos, que han llegado a pensar que tal vez fue verdad que hubo algo delictivo en los afanes de los muertos de entonces.
Pero Felicidad solo piensa que todo muerto tiene derecho  a morir y a descansar con dignidad para siempre. Así lo ha sentido una vez más frente a esa imagen que podría haber recogido la muerte de su madre. Y en ese mismo momento decide, dar voz a sus recuerdos, y lanzar al mundo el terror y la angustia llevada por tanto tiempo dentro.
                Para que nunca más vuelvan a quedar huérfanos los niños.
                Para que nunca más haya que esconder por miedo las ideas.

EL BESO. Relato corto


Sus manos jugaron a enlazarse por encima de la mesa, entre los obstáculos fácilmente superables de vasos y tazas. Mientras, la caricia se extendía a través de sus miradas que recorrían cada rincón del rostro del otro, buscando reconocerse, aprenderse cada poro, cada pliegue de la piel ajena.
Pronto, la distancia que entre ambos suponía aquella mesa de cafetería, se les antojó infinita. Y se encontraron sentados, muy juntos, en aquel diván de un discreto rincón de la cafetería, ajenos a todos y a todo.
Las manos ya no se conformaron con las manos. Para la mirada ya no fue suficiente encontrarse con la mirada del otro. Y sus rostros se juntaron buscando el aliento ajeno mientras los dedos dibujaban nuevas geografías aún desconocidas. Y tras ellos llegaron los labios, deslizándose por cada detalle de la faz del otro, para acercarse despacio, muy despacio, hacia aquellos labios que se ofrecían entreabiertos y ardorosos. Hasta que llegaron  a juntarse en aquel primer beso que jamás olvidará.
Tras el primer impulso, un cuerpo apartándose bruscamente del otro, una voz apenas imperceptible, con un ligero matiz de asco en el acento, preguntando:
-          ¿Has comido morcilla?
¡¡¡HUELES a morcilla!!!
Y la magia del momento rota para siempre, ante la mirada incrédula de la pareja, ante una perplejidad que, aún lo recuerda bien, tardó largos minutos en superar.

Son las fiestas de San Froilán, y un olor intenso a morcilla recién hecha se extiende por cada rincón del Barrio Húmedo.
Han pasado muchos años desde aquel primer beso que rechazó y aún sigue sin soportar el olor de la morcilla impregnándose en la piel y en el aliento. Un olor agrio, como a rancio, que perdura durante horas a pesar del agua, del jabón, e incluso de la pasta de dientes, un olor que le sigue produciendo rechazo sin conocer el origen ni la causa.