lunes, 24 de enero de 2011

Educando a Tarzán

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Habían pasado ya diez días de un llover continuo y torrencial sobre la selva. Días y días de una lluvia feroz y primitiva. Del ambiente fresco y perfumado de la primera llovizna se había pasado a la pesada sensación de la penumbra permanente y el martilleo constante del agua sobre las hojas.


Tal vez todo ello, o la obligada inactividad en el refugio, habían provocado en Tarzán un estado de febril melancolía que le empujaba a escribir larguísimos y lánguidos poemas de penas y de ausencias, excesivos en la forma y escasos en el fondo.


Chita leía, indulgente, los poemas del pupilo y, escogiendo las palabras para no herir sus sentimientos, aunque sin renunciar, al mismo tempo, a la tarea educativa que se había impuesto, le advirtió, doctrinal y cariñosa:


- Convéncete, Tarzán, hijo: en la literatura, como en el sexo, el exceso y el tamaño no mejoran, necesariamente, el resultado.


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6 comentarios:

  1. Excelente enseñanza la de Chita para su pupilo. Muy buen microrelato mi admirado Paco. Felicitaciones.

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  2. Gracias, amigo Kapi. Siempre tan amable y puntual a las citas.
    Un gran abrazo

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  3. como dice el refrán lo bueno si breve, dos veces bueno :-) Buen y sustancioso relato.

    Rosa

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  4. Gracias, Rosa. Mi brevedad no es por buscar la bondad, sino porque no me da para más la cabeza.
    Saludos

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  5. ¡Qué "mamá" tan sabia la de tu historia!. Si es que ya lo decía Nietzsche: "Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos".
    Y en esas andamos...
    Saludos!

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  6. Amiga joana: sobre esto de la evolución también tiene opinión Chita: la pondré en la próxima entrada.
    Saludos

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