martes, 29 de noviembre de 2011

CRUCES

Y rayas. Cruces y rayas. Cruz, raya, cruz, raya. Silbar. Voy con mi tío. Me pone a veces el brazo por los hombros, como para abrigarme. No hablamos casi. El tren pita tres veces. Me gusta mirar el atlas de la escuela. Vienen todos los países. Cada uno está pintado de un color. Entre medias hay una franja de cruces y de rayas. Una cruz y una raya y así. De más pequeño, creía que al pasar de un país a otro el suelo cambiaba de color. Ahora ya no. Pasa un poste, zaca, y otro, y otro. Los hilos se mueven arriba y abajo, chaca, chaca, chaca. De vez en cuando un tordo, un pardal, pum, como prendas menudas en un tendedero. Por el cable van signos. Tu padre nos espera, dice mi tío. Esos signos son puntos y rayas que dicen cosas, que avisan de llegadas. Ya hemos pasado la frontera, pero no he visto rayas... Cruces, sí, ya veo... muchas cruces, un campo entero. Se van haciendo más y más pequeñas a medida que se acercan al horizonte. Nos bajamos del tren y caminamos. Aquella es. Paramos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

DE ENTRE LOS MUERTOS

Viví hace años en una casa antigua. Una de esas señoriales, con puertas de servicio y ascensores que crujen. Mi despacho daba al patio de vecinos. Un patio espeso, lleno de palabras fugitivas y de pensamientos impuros suspendidos como lábaros. La inspiración partía transparente del incierto cielo y se iba cargando de carnalidad en el camino. Era como el tiro de una chimenea que producía poemas tan incandescentes como brasas. Todo fue bien hasta que me topé con ella. En la ventana de enfrente, arriba, Kim Novak en persona limpiaba cristales peligrosamente subida en el alféizar. Vestía delantal y cofia - lo que la dotaba de un algo turbador - y la penumbra oculta bajo su falda amenazaba mucho más fieramente que el vacío. Me miró y esbozó una sonrisa. Era ella, lo juro. Sentí terror; no quería vagar el resto de mi vida persiguiendo a un espectro. No tuve más remedio que cambiar de domicilio. Es la enésima que lo hago desde entonces. Tarde o temprano aparece suspendida en el abismo y huyo de nuevo. Pero ni loco me planteo mudarme a un piso con todas las habitaciones exteriores.

lunes, 21 de noviembre de 2011

MAGDALENA

Llorabas y llorabas, y yo allí, sin saber qué hacer. Fuera estaba la playa, la gente despanzurrada alegremente al sol, pero tú no hacías más que llorar y llorar sin decir nada. Sólo hipidos y balbuceos sin sentido. Por un instante, calma, la mirada azul perdida como ausente; luego unos pucheros y vuelta a empezar. Era crispante, tu llanto y mi silencio. Tanto, que hacían chirriar mi mente hasta anular los bramidos de la escandalosa cafetera. Llegó un momento en que todos dejaron de seguir en la tele el encuentro Madrid-Celta de Vigo para mirarte; para seguir con los ojos el reguero de lágrimas que discurría por las baldosas hacia el mar. Yo, entonces, no entendía nada de mujeres. Ni de sirenas.

jueves, 17 de noviembre de 2011

FÁBRICA DE SUEÑOS

El día que convencí a Goyín para que me acompañara a desvelar el gran misterio empecé a creer de verdad en los milagros. Aprovechamos que Matías estaba enredando por el sótano y nos colamos en la sala. Luego buscamos a tientas hasta encontrar la puerta por donde se entraba al espacio sombrío que había detrás de la pantalla. Yo llevaba la linterna del FBI que me había regalado Melchor. Una vez dentro inspeccionamos el reducto con aquella luz triste, como de Nautilus en el mar de los Sargazos. Encontramos butacas viejas, algunos focos, un decorado de teatro, mucho polvo, algunas telas de araña. Pero ni rastro del complicado mecanismo, lleno de palancas y engranajes, que forzosamente tenía que existir para generar las imágenes de piratas, vaqueros y tarzanes que tanto nos emocionaban. Los siguientes domingos me los pasé mirando hacia atrás en lo oscuro. Hacia allá arriba, donde un ventanuco iluminado se iba tragando los hilos de colores que partían de la pantalla, como almas en fuga, a medida que iban cumpliendo su sagrada misión.

lunes, 14 de noviembre de 2011

TOMARTE

Tomar té. Tomarte. ¿Qué les sirvo? Deseo tomar té. Y luego – remarcando las palabras – deseo… – mirándote fijo– tomarte. Tu cabello oscuro, tu sonrisa pícara, tus ojos de gata. Yo también quiero tomar… –decías– té; y me mirabas. Era verano y habías estado unos meses en Londres. La tarde discurría perezosa, hablando, viendo gente pasar; tomando té… A veces mirábamos ropa. Me humillabas llamándome “mi mejor amiga”. Con el otoño empezamos a quedar en tu casa. Estudiábamos, veíamos la tele… tomábamos té. Un día me miraste seria: tómame. Yo me reí. Ahora sé que no bromeabas. A las cinco, tomando té, cinco años después.

domingo, 6 de noviembre de 2011

ROJO PASIÓN

A mí no me gusta el tomate. Nunca me ha gustado. Le diré más, detesto su rojo estridente, brillante, reventón. Lo que pasa es que el Guti dijo “venga, uno cada uno”, con aquel gesto como de James Cagney en “El enemigo público”, y no era cuestión… Salimos pitando y saltamos tras la tapia de un solar. Allí, entre risas - estaban rojos, fofos, rezumantes… asquerosos – dimos cuenta del botín, que después yo vomité a escondidas. Mi madre se enteró y me puso el culo del color intenso de mi pecado. Igual que el de mi cara cuando me obligó a pedir disculpas al tendero. Por si fuera poco, el Guti me zurró la badana por chivato presunto. El día siguiente era Domingo de Ramos y mi adorada Maripi se presentó en la iglesia con un flamante vestido... rojo. Ahí empezaron, doctora, mis problemas con las mujeres... por cierto, no podría usted, ni por un día, prescindir de pintarse los labios de ese modo...

jueves, 3 de noviembre de 2011

PRODUCCIONES ANIMADAS DE AYER Y DE SIEMPRE

Entonces todavía había carrozas negras y caballos con plumero. Los muertos recorrían las calles de esa guisa, con el cura delante revestido y los deudos detrás con cirios. Quizás por eso soñé una noche con una gran rata negra, con corona real y coronas de muerto y velas negras y velos también negros. Fue una de las noches más horribles de mi vida. Por eso había tratado de olvidarla, hasta ayer mismo. Estaba viendo el Cartoon con mis hijos cuando, dale, ahí estaba la inmensa rata y las coronas y todo lo demás. Me quedé clavado. Los niños, claro, se reían a carcajadas. Quiero pensar que no fue más que otra pesadilla.