miércoles, 16 de febrero de 2011

Sherezade



Su nombre no es Sherezade aunque siempre deseó releer las mil y una noches y recuerda breves fragmentos que leyó cuando era pequeña: relatos llenos de misterio en que un navegante bravío atracaba la cueva de Alibaba y los cuarenta ladrones bajo la firme sentencia de “Ábrete o ciérrate Sésamo”.
Ella ya no es tan joven como el resto de las bailarinas pero huele a miel, té moruno y especias, también tiene el corazón y los ojos de una niña que ha visto pasar los inviernos más duros y que aún así baila sin tregua.
Baila con la fragilidad de un junco mecido por el viento y con la resistencia de algo duro, compacto que no puede ser abatido por ninguna fuerza natural o divina luciendo unos tobillos adornados con pulseras que titilan a cada paso grácil, a cada movimiento sensual, describiendo círculos imposibles en el aire al compás de la música que recuerda a un país donde los papiros aún suspiran y musitan extrañas sentencias al ritmo de brazos mecidos por olas imaginarias.
Un día soñó que volvía a las dunas del desierto bajo un cielo índigo iluminado por la luna de los sarracenos e intento olvidarse de palabras como intolerancia, odio y dolor y las cambió por respeto, amor y alegría y entusiasmo por la vida.
Se contó así misma todas las historias escritas y no escritas para quedar plácidamente sumida en un sueño del que aún no ha despertado como si fuese un genio atrapado en una lámpara.
Cuentan que en las noches de invierno, Sherezade mueve sus caderas hechizando a las gentes con su danza sinuosa, plagada de misterio tan sólo para quienes pueden ver su corazón tierno, para aquellos que son capaces de captar la verdadera belleza del alma transmitida a cada parte independiente del resto del cuerpo: las caderas, las piernas, los brazos, las muñecas, las manos de dedos gráciles que parecen sostener y dejar caer un velo invisible, la expresión serena y vital de los gestos, en un vaivén infinito de dicha.

3 comentarios:

  1. Las Sherezade ya son legión.Mi Madre decía que habian llegado con Carmen Amaya, la legendaria bailarina flamenca,que convocaba multitudes a las que hechizaba con sus danzas.Y comenzaron a multiplicarse .Si uno las mira se da cuenta que tienen el mismo rostro,el mismo garbo, el desafío ritual a un azar que las hermana.Son únicas e irrepetibles como la misma danza.Cordiales saludos.

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  2. gracias bea :-) me encantó tu comentario

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  3. Me encantó tu relato de la hermosa y grácil danzarina. Me transportó al mundo fantasioso de las mil y una noches que leía a mi hija pequeña hasta dejarla dormida. Enhorabuena

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