martes, 29 de noviembre de 2011

CRUCES

Y rayas. Cruces y rayas. Cruz, raya, cruz, raya. Silbar. Voy con mi tío. Me pone a veces el brazo por los hombros, como para abrigarme. No hablamos casi. El tren pita tres veces. Me gusta mirar el atlas de la escuela. Vienen todos los países. Cada uno está pintado de un color. Entre medias hay una franja de cruces y de rayas. Una cruz y una raya y así. De más pequeño, creía que al pasar de un país a otro el suelo cambiaba de color. Ahora ya no. Pasa un poste, zaca, y otro, y otro. Los hilos se mueven arriba y abajo, chaca, chaca, chaca. De vez en cuando un tordo, un pardal, pum, como prendas menudas en un tendedero. Por el cable van signos. Tu padre nos espera, dice mi tío. Esos signos son puntos y rayas que dicen cosas, que avisan de llegadas. Ya hemos pasado la frontera, pero no he visto rayas... Cruces, sí, ya veo... muchas cruces, un campo entero. Se van haciendo más y más pequeñas a medida que se acercan al horizonte. Nos bajamos del tren y caminamos. Aquella es. Paramos.

1 comentario:

  1. Pensabas que el suelo cambiaría de color al pasar de un país a otro. Una vez me ocurrió siendo niña que la primera vez que salí de mi ciudad (bueno, excepto para ir al pueblo los veranos; pero el pueblo era una prolongación de mi propio aquí y de mi ciudad y de mi casa, así que no contaba) fue en una excursión del colegio, a Salamanca - vivo en España, en Madrid -, sentí una enorme decepción porque había visto en una enciclopedia una lámina con los diferentes trajes regionales; pero cuando llegamos y nos bajamos del autobús resultó que las gentes de allí vestían del mismo modo que las de Madrid.
    Creo que fue mi primera decepción.

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