Cuando la niña cogió el paquete, puso cara de desagrado, no sonaba, pesaba y era bastante compacto, no era el regalo que ella esperaba. Puso morros y aunque intentó que no fuese del todo un llanto, sintió como por dentro se le agolpaban las lágrimas en la garganta, como, un nudo que no le dejaba respirar, una gran presión en la nuca, como siempre que algo la contrariaba, sintió una gran frustración y rabia. Llegó hasta a odiarle. Se marchó a su cuarto y lo tiró sobre la cama. Antes nadie le había regalado un libro, si no se podía jugar con ellos, era ridículo. El libro de color rojo con letras doradas, empezó a atraer su curiosidad de una forma muy tranquila e irresistible, se tumbó a su lado y lo acarició, de tacto suave, de olor agradable, lo abrió, rozó con los dedos el filo de cada página y ...se perdió... ya para siempre en el juego de palabras, en el mundo de los sueños.
Charo Acera.
es curioso como a veces unas lecturas provocan, por contagio, determinadas respuestas. Leí sobre libros y tuve que seguir escribiendo sobre ellos.
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