Ilustraciòn de Laura Bécares. http://estudiolalunadepapel.blogspot.com.es/
Esta historia está dedicada a los mineros y en especial a la gente de Ciñera de Gordón.
Había una vez un rey que decidió dejar su reino en herencia, pero como no tenía hijos, ni sobrinos, ni personas de confianza, decidió convocar una oportunidad para todo el pueblo:
- ¡Qué todas las ciudadanas y ciudadanos pasen por el castillo y hablen con su majestad! – Ordenó reciamente –Aquel que de buenas razones de nobleza que le hagan digno de mi corona, recibirá mi trono.
Después de hablar con todos, tarea ardua, quedaron tres finalistas; un banquero, un político de la corte y un minero.
- Esta bien – sentenció el monarca – Os voy a poner una prueba y el que supere la prueba se quedará con el reino. En menos de 24 horas debéis llenar la gran sala imperial de palacio con aquello que tengáis sin pedírselo a nadie.
El banquero tenía solo monedas, billetes, acciones y muchas casas, pero esas no se podían meter dentro de un castillo, eso sí, tenía las escrituras públicas. Lleno la sala de papelajos y calderilla en cantidades ingentes. Al verlo el rey, tomo un billete y exclamó:
- Esto es papel mojado, pues si los hombres no hacemos convención de lo que el dinero vale, esto no vale para nada. No le puedo dejar mi reino a un banquero, porque pone a las personas al servicio del dinero y no el dinero al servicio de las personas. No me vales.
El siguiente fue el político. Este no tenía tanto dinero como el banquero, porque lo que tenía lo había conseguido gracias al favor de los que mueven el dinero, pero tenía influencias y contactos. Llamo a todos sus esbirros y lleno aquella sala de poder falso y baldío. De gente que estaba allí no por lealtad, sino por miedo, interés, mediocridad, deuda o apoltronamiento. Toda la sala presente de acólitos, asesores, estúpidos, seres que nunca supieron que hacer con su vida, que pensaron que lo único que conducía a la felicidad era ponerse una corbata y mirar a los demás por encima; personas que hacían del trepar una batalla de máscaras y besamanos. (Pobres infelices que nunca sabrán lo que el amor vale). El rey tampoco quiso dejarle en herencia al político su reino.
- ¿Qué será de las personas si solo se juntan con los otros por interés – se preguntó el rey - … y no por amistad verdadera? El mundo se volvería una guerra pulcra por fuera pero podrida por dentro. No habría paz verdadera, sino títeres del protocolo y las formas, reos de la mentira y mártires del peldaño siguiente. Esa escalera lleva al abismo. No. No me vales político.
Le toco el turno al minero. Espero a que llegara la noche y le pidió al rey que apagase las luces. (Todas las luces del palacio). De repente encendió el foco de su lámpara y con los destellos trató de darle mucha luminosidad a la gran sala, pero era un salón tan oscuro, tan grande, tan negro, tan profundamente negro, que una sola lamparilla no daba brillo. El minero miro al rey con tristeza y habló:
- Yo sé hacer del negro carbón luz cada día para darle el pan a mi familia, pero con mi farol no puedo iluminar toda la estancia.
En el exterior se oyeron miles de voces en un solo clamor. Eran otros mineros que entraron por sorpresa al palacio. Venían cantando Santa Bárbara bendita. Encendieron los faros de sus cascos y al prenderlos, toda la sala se lleno de estrellas. Aquello parecían las vidrieras de la Catedral de León.
El rey decidió darle su legado al minero, porque su ejemplo de unidad, de fortaleza, de lealtad, de trabajar por los suyos, al tiempo que aguantaba que en las cuencas mineras el dinero de los fondos Miner se lo comieran las ratas, eso sí, sin reinvertirlo en recuperar las montañas o en generar empleo, ese minero, tenía tanta dignidad, que podía mirarle a los ojos al mismo rey sin que este lo tuviera por menos.
- Lo he decidido. Mi reino para el minero.
¡Qué no os engañen ciudadanos diciendo que los mineros son violentos o son terroristas! Violento es aquel que usa la mentira como un veneno, que se dice representante del pueblo cuando en realidad representa el interés de su bolsillo y de las multinacionales. Violencia es hacer algo en la vida sin vocación. Y aquel que no sabía hacer nada en vez de hacerse minero se presentó a unas elecciones.
Señores políticos rectifiquen, la violencia nos hace perder a todos y ustedes son los que generan la violencia. Defenderse no es violento… fue el modo con el que nuestros mayores consiguieron los derechos que no queríais darles, esos mismos que hoy quitáis. Eso sí, el paso entre la defensa y la guerra es muy, muy cercano. Por favor, no tensen más la cuerda y respeten a los humildes. No queremos guerra, pero no podemos permitir que nos pisen. Con la guerra perdemos todos.
En este cuento donde dice minero, podría decir maestro, albañil, pescador, agricultor, cajero, frutero, funcionario, soñador, indignado, autónomo, caminero etc. Todos somos herman@s. Todos somos uno. La dignidad del que trabaja les pone a ustedes en su sitio. No más capitalismos. No es democracia el mercado, la especulación, paraísos fiscales, 6 millones de muertos en el mundo de hambre al día, venta de armas que ustedes no prohíben, leyes a medida de los grandes emporios, rescate a los bancos y recorte a los humildes. La vida de ustedes no puede ser nuestra muerte. Tengan memoria histórica, las injusticias generan explosiones de rabia. No generen mas violencia, pónganse al servicio de la vida y del amor, porque sino serán ricos infelices y gastarán en seguridad lo que no gastan en hacer lo correcto.
Mineros. Mineras. Prudencia. Defenderse no es hacerse hijo de las armas. Ellos son hijos de la guerra, a nosotros nos acunó la ternura y el sudor generoso de nuestra gente. Políticos, háganse personas… Pongan su oficio al servicio del interés general. Los políticos que ya lo hayan logrado ( No se ven muchos la verdad), den ejemplo: Exijan al que no lo haga, que deje el salvajismo.