domingo, 25 de julio de 2021

Una escapada


Fotografía de Jonatan Pie en Unsplash

El sonido de las teclas me invadía y eso me extraño, digamos que no formaba parte de la rutina.

Sin pensarlo detengo el coche y me bajo, arrojo el cigarro al suelo, hace un momento que lo he encendido y sin embargo su sabor me resulta insoportable, lo piso con el tacón del zapato.

No sé donde me encuentro, la gravilla del suelo amenaza con mancharme los zapatos. Nunca me he preocupado por ellos, esto debe ser una señal de que comienzo a madurar, espero que no tenga nada que ver con el socorrido sentar la cabeza.

Apenas iniciado este camino lo primero que me encuentro son mis propias dudas.

Aire fresco es lo que necesito, llevo encerrado demasiado tiempo y el limbo en el que me muevo es demasiado estrecho. No hay esperanza en las palabras no pronunciadas, ni vida en los personajes no leídos. 

Ahora parece que empieza a correr una ligera brisa, y sigo sin reconocer el lugar. Esta oscuridad se asemeja a una noche cerrada. No hay nadie, por los alrededores, a quién preguntar.

Poco a poco el roce de los dedos sobre el teclado va haciéndose más lento, temo que en cualquier momento pare.

Espero que me dé tiempo a despedirme, y que si lees esto alguna vez, sepas que también pienso en ti. Si surgiera otra ocasión desearía tener tiempo para que nos conociéramos o de tomar una copa.

Pero creo que no volveré a fumar. ¿Quién sabe?


sábado, 17 de julio de 2021

Raudo

Fotografía de Jordan Bauer en Unsplash









Su vida era... velocidad, ganar tiempo al tiempo, pasó de la mensajería urgente, a esa compañía sonriente de entregas rápidas.


La que no sonreía era ella, al advertir, que él ya había terminado.

 

 

domingo, 4 de julio de 2021

En las orillas del mundo

Fotografía de Alexander Krivitskiy en Unsplash

Empujada a los sombríos márgenes de la sociedad, sin nadie, ni nada que me ate, apenas he necesitado un instante para saber cual es mi sitio.

A plena luz del día y sin rubor alguno, me he colado como una ladrona en el que hasta hace poco consideraba mi hogar. Han cortado la luz y bloqueado la puerta con precintos, sellos y cintas de plástico, con eso pensaron que bastaría, que la vida, tras sus deseos se diluye y desvanece una vez expulsada. Ojos que no ven… sus conciencias tranquilas, satisfechas.

Calma y oscuridad son ahora mis únicas compañeras, refugiada en este útero de penumbras escucho el rumor de una vida que ha hecho de mi un objeto prescindible.

Sin darse cuenta que soy yo, la que tras un muro de persianas y cortinas cerradas no quiere nada con el mundo.