viernes, 26 de febrero de 2021

Revelación

Fotografía de María Teneva en Unsplash

Camino por un territorio incierto donde Morfeo gobierna caprichoso. La respiración se vuelve pesada y regular. La ensoñación va tomando cuerpo,  reconozco formas indefinidas, que aunque las crea fuera de lugar, me observan, no son miradas hostiles pero si cargadas de resentimiento.

Ana, está aquí, la sigue una larga hilera de personajes deseosos de cambiar su suerte. Se mantienen al margen, expectantes.

De entre la bruma onírica una forma destaca, Chita se aproxima, la sombra del  «Vicereptil»  ―ser totalmente fantástico a la vez que real― la protege y afirma su autoridad.

A estas alturas siento que algo le debo a ella y al resto. Se acerca en nombre de todos. Me acobardo. No estoy para que me reprendan. Tengo la piel muy fina.

Por suerte, no articula palabra, lo dicen todo sus ojos despiertos. Una mirada inteligente, que no le impide expresar la pena por un blog con unas historias en otro tiempo variadas y luminosas, y al que he convertido en un rincón lúgubre.

Beatriz y los demás, juzgan discretos. Inquieto trato de justificarme, el rubor, se oculta tras la barba.

Un destello: alzo la inexperiencia como un escudo protector. La respuesta es una carcajada general.

Quisiera tener el aplomo de la señorita Manly. La vergüenza de una réplica tan vana aumenta mi sonrojo, la turbación hace que salga de esta pesadilla y que esta encerrona llegue a su fin.

Vacilante, paseo la vista por la salita para confirmar que es todo un mal sueño.

Desde la mesa, el portátil apagado y cerrado parece reírse de  mí.

Creo que, a partir de hoy, no pondré orujo en el café.




Pd.: Esta historia no la puedo considerar solo mía y es fruto de una chispa lanzada por Ana L. Piera “Tigrilla” y su cuento «Ser parte de un cuento». A los que no conozcan su blog de relatos: «Píldoras para soñar», se lo recomiendo sin miedo a equivocarme.

En cuanto a Chita y otras referencias que aparecen, son un recordatorio cariñoso de los personajes que habitan este blog y sus autores.


 

sábado, 20 de febrero de 2021

Tinieblas

Fotografía de Alex Rainer en Unsplash

Tomo el cigarro con cuidado, con miedo a perderlo. Le enciendo sujetando con fuerza el mechero y cuando apago la llama me asomo al abismo, este lo ha engullido todo.


Mí sensación de pertenencia a otra realidad es total. El temor al vacío se dispara. Tiemblo y mis manos tiemblan. Una gota de sangre pende de la yema de un dedo, está en un equilibrio precario y no quiero que caiga, ahí no, me angustia que suceda. Las lágrimas corren, noto su humedad. Aferrado a esa gota como si fuese la última del universo olvido como respirar.


La oscuridad es paz, desde este páramo de desconcierto observo como se abre una herida infinita. Silencio. El mundo parece detenido, pero hay luces que pasan fugaces.

Dimensiones lejanas tratan de abrirse paso, no comprendo nada.



Alguien gesticula frente a mí, le veo mover los labios y no alcanzo a saber qué dice.

―¿Qué quiere?―. 

Para cuando consiguen liberarme del coche, reconozco agentes y bomberos. Un sanitario, con el rostro cubierto, no permite que me levante, me pide tranquilidad, insiste en que ya pasó, que todo va bien, y me sumerjo de nuevo en la oscuridad. 



 

viernes, 12 de febrero de 2021

Confusión

Fotografía de Ruffa Jane Reyes en Unsplash

 

La llamada le ha dejado desarmado. Todavía desconcertado no se anima a entrar en el coche. 

El caso es que nota los ojos húmedos. Se cabrea consigo mismo por lo sensible que se ha vuelto. En el aparcamiento pasa la gente indiferente llevando sus compras, nadie conocido. Mejor, no quisiera tener que dar explicaciones en este momento.

Sin querer sonríe, le hace gracia la pelea que se trae un hombre con su carro, se diría que tiene vida propia y más que empujarlo, entre reniegos, lo arrastra.

Sentado en el coche, la cháchara impertinente del locutor no logra devolverle al mundo. Sujeta con fuerza el volante. Piensa en ella, en el torbellino emocionado de su voz. El ansia por explicarse, por no ahogarse en la incertidumbre.

Le ha faltado ánimo para interrumpir tal liberación.

¡Decía!: «que no estaba preparada, que tenía que pensar en los dos y que por eso se tuvo que alejar». En el tono de su voz no había reproche alguno.

Maika, ha dado a luz una niña, según ella es preciosa y ha salido a él; rubita y con los ojos azules, como los suyos.

Se ha abierto un hueco entre las nubes y cree ver esos ojitos. Por un momento, le encantaría haber conocido a Maika y tener los ojos azules. 

En el fondo cree que ha actuado mal, pero no tenía valor para decirle que se había equivocado  y que su herida seguiría sangrando.