Bienvenido
No quiero que se entienda esto como una queja, pues ahora nos encontramos a diario y nos tratamos con verdadero amor fraternal.
Pero espero que os sirve de aprendizaje y toméis buena nota.
Cuando al final de mis días me vi a las puertas de lo que me pareció el jardín de las delicias o sea el paraíso, no dejó de sorprenderme la cantidad de carteles de advertencia:
«No tire colillas al suelo».
«Use las papeleras».
―No solo hay que ser limpio de corazón, también hay que venir duchado ―me dije, medio en broma, como para calmar los nervios.
El ancianito de larga barba que me sonreía desde la puerta y que tan amablemente me invitó a pasar era San Pedro. Todavía me avergüenzo, seguro que escuchó mis palabras.
De otro modo no me explico cómo he ascendido a barrendero jefe en tan poco tiempo.