Aquella tienda había anunciado la
llegada de nuevos juguetes y allí estábamos decenas de niños agolpados delante
de las repisas.
—¡Los encontré! —grité
cuando vi a los soldaditos de plomo, pero su precio era alto y yo no tenía
dinero suficiente. De repente se cayó la estantería que los contenía armando un
ruido espantoso y todos salimos corriendo asustados.
Ya en la calle, escuché que me
siseaban, lo hacían desde mi bolsillo, metí la mano y saqué un soldadito que me
miraba y me decía: —Yo te he encontrado a ti—.
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Texto de Manuela Fernández Cacao.