Marca la hora un reloj lejano y el secretario sale del despacho, sopeso en el bolsillo la pequeña howlita. Me relaja.
Sonrío, quién dijo aquello de si no te gustan mis ideales… Yo tengo estos y los que hagan falta, uno por caso. También Lidia acude al recuerdo, aquella medio bruja y sus flores de Centaury, aseguraba que con ellas mis convicciones se mantendrían firmes, sin influencias.
Tal como se hacen estás cosas estamos el abogado, su cliente y el sobre del dinero. Justicia, la diosa más ingenua, está tras ellos con sus ojos vendados, parece distraída.