 |
Fotografía de Ryk porras en Unsplash |
Un grifo mal cerrado gotea en la cocina. El aire amenaza con cuajarse y un sopor pegajoso chorrea por las paredes.Hundido en el sofá, con la vista extraviada, ves dibujos imaginarios brotar de la humedad, son rostros atormentados, demonios.
El yeso deformado parece a punto de desmoronarse, es lo mismo, hace mucho que todo comenzó a derrumbarse a tu alrededor.
La desesperación ha anidado en tu pecho, sus manos te acarician el cuello, oprimen, y no te sueltan.
Ella calla desde hace demasiado tiempo, los ojos se le han velado, la presencia de su aliento detenido, es insoportable. No miras, no te atreves. La imagen recordada ha de ser otra bien distinta. No la del pelo revuelto y el gesto agrio.
A su lado, la alfombra ha quedado mancillada, una mancha se extiende sin piedad. Es una pesadilla roja y espesa, de un carmín encendido, como el de las noches de pasión, diferente al de esos labios inertes, crispados... distinto al de los labios que te han maldecido.
La cadencia monótona del ventilador satura de murmullos el salón. El exterior no existe, hace rato que se ha hecho la noche y apenas llega un leve resplandor de la calle. Las sombras definen su presencia en cada rincón, inquietas observan, se han adueñado del espacio.
Cientos de alfileres te cierran la garganta, no podrías articular palabra ni aunque quisieras y necesitas pedir perdón. Necesitas recuperar el timbre de su voz, su fragancia, el brillo de esos ojos, que ya no ven.
Ahogada por el aire que no llega. La bestia ha huido, se ha escondido muy dentro, es cobarde y con él van las mentiras que acuchillan tus entrañas. Su gran obra son estos celos que te han llevado al desastre.
 |
Fotografía de Sourav Mishra en Pexels |
Tu boca se ha llenado con el sabor ácido de la bilis. Incorporado, la angustia hace que corras hacia la ventana que como una puerta abierta al infierno se te ofrece deseable. Ángeles andróginos reclaman el trofeo. Sus rostros divinos prometen olvido.
Es él, la parte oscura de ti mismo, la que se niega y grita.
Sabes que debes ser fuerte, que no es sacrificio, es redención.
Cierras los ojos y el rostro de ella sonríe de nuevo, espléndido, sin rencor.
El abismo es un amigo que recibe sin violencias, acunado en su seno te sabes perdonado.
Las farolas alumbran justicia. Esta no será una noche de lágrimas derramadas, ni de lastima, tampoco de horror en la mirada.
Ni siquiera de paz