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domingo, 9 de febrero de 2025

En mi cama

 

Fotografía de Maxim Landolfi en Pexels

 

Levanto la manta y bajo ella un rizo de pelo me mira con sus ojos de oro, parece interrogarme como si quisiera saber quien me ha dado permiso para quererla. 

Se incorpora y se despereza con un bostezo, da una vuelta sobre sí misma y considera terminado el asunto. Esta de acuerdo, puedo quererla pero más tarde ahora no hay nada más urgente que soñar.

sábado, 17 de julio de 2021

Raudo

Fotografía de Jordan Bauer en Unsplash









Su vida era... velocidad, ganar tiempo al tiempo, pasó de la mensajería urgente, a esa compañía sonriente de entregas rápidas.


La que no sonreía era ella, al advertir, que él ya había terminado.

 

 

domingo, 4 de julio de 2021

En las orillas del mundo

Fotografía de Alexander Krivitskiy en Unsplash

Empujada a los sombríos márgenes de la sociedad, sin nadie, ni nada que me ate, apenas he necesitado un instante para saber cual es mi sitio.

A plena luz del día y sin rubor alguno, me he colado como una ladrona en el que hasta hace poco consideraba mi hogar. Han cortado la luz y bloqueado la puerta con precintos, sellos y cintas de plástico, con eso pensaron que bastaría, que la vida, tras sus deseos se diluye y desvanece una vez expulsada. Ojos que no ven… sus conciencias tranquilas, satisfechas.

Calma y oscuridad son ahora mis únicas compañeras, refugiada en este útero de penumbras escucho el rumor de una vida que ha hecho de mi un objeto prescindible.

Sin darse cuenta que soy yo, la que tras un muro de persianas y cortinas cerradas no quiere nada con el mundo.



domingo, 18 de abril de 2021

Suciedad

Fotografía de Ryk porras en Unsplash

 Un grifo mal cerrado gotea en la cocina. El aire amenaza con cuajarse y un sopor pegajoso chorrea por las paredes.

Hundido en el sofá, con la vista extraviada, ves dibujos imaginarios brotar de la humedad, son rostros atormentados, demonios.

El yeso deformado parece a punto de desmoronarse, es lo mismo, hace mucho que todo comenzó a derrumbarse a tu alrededor.

La desesperación ha anidado en tu pecho, sus manos te acarician el cuello, oprimen, y no te sueltan.


Ella calla desde hace demasiado tiempo, los ojos se le han velado, la presencia de su aliento detenido, es insoportable. No miras, no te atreves. La imagen recordada ha de ser otra bien distinta. No la del pelo revuelto y el gesto agrio.

A su lado, la alfombra ha quedado mancillada, una mancha se extiende sin piedad. Es una pesadilla roja y espesa, de un carmín encendido, como el de las noches de pasión, diferente al de esos labios inertes, crispados... distinto al de los labios que te han maldecido.


La cadencia monótona del ventilador satura de murmullos el salón. El exterior no existe, hace rato que se ha hecho la noche y apenas llega un leve resplandor de la calle. Las sombras definen su presencia en cada rincón, inquietas observan, se han adueñado del espacio. 


Cientos de alfileres te cierran la garganta, no podrías articular palabra ni aunque quisieras y necesitas pedir perdón. Necesitas recuperar el timbre de su voz, su fragancia, el brillo de esos ojos, que ya no ven.


 Ahogada por el aire que no llega. La bestia ha huido, se ha escondido muy dentro, es cobarde y con él van las mentiras que acuchillan tus entrañas. Su gran obra son estos celos que te han llevado al desastre.

Fotografía de Sourav Mishra en Pexels
Tu boca se ha llenado con el sabor ácido de la bilis. Incorporado, la angustia hace que corras hacia la ventana que como una puerta abierta al infierno se te ofrece deseable.
Ángeles andróginos reclaman el trofeo. Sus rostros divinos prometen olvido.

Es él, la parte oscura de ti mismo, la que se niega y grita.

Sabes que debes ser fuerte, que no es sacrificio, es redención.

Cierras los ojos y el rostro de ella sonríe de nuevo, espléndido, sin rencor.

El abismo es un amigo que recibe sin violencias, acunado en su seno te sabes perdonado.

Las farolas alumbran justicia. Esta no será una noche de lágrimas derramadas, ni de lastima, tampoco de horror en la mirada.

Ni siquiera de paz



miércoles, 7 de abril de 2021

Ilusiones

Fotografía de Thirdman en Pexels





Tras su trato cariñoso, su sonrisa coqueta y la promesa de un final feliz. Se limitó a darle el alta, devolverle a casa y partirle el corazón.

 

domingo, 28 de marzo de 2021

Caos

Fotografía de Vidar Nordli Mathise en Unsplash

Hace cómo que no me toma en serio, pero está preocupado. Se han dado mucha prisa en encerrarme. Solo pretenden callarme, que no revele la verdad.

En un vasito de plástico, me acerca la medicación, delirios mesiánicos, así define el psiquiatra mi «problema». 

La enfermera a su lado sonríe y se arma de paciencia, no se retirará hasta que vea que termino con las pastillas.

Para ella nada significo: ―otro viejo con el alma devastada―.

Al parecer soy el único en sentir que todo se tambalea. Su optimismo es entendible, es joven, construye un futuro y sus miras están en otras cosas. No repara en las pantallas que muestran día y noche un dolor que ya no conmueve.   

Somos perros rabiosos que hacen que el viento solo arrastre lamentos. Nadie atiende a razones.

 La turba se divide y desde sus trincheras nos colman de proclamas, todos se consideran los elegidos, los portadores de la verdad. Advierten de la llegada del caos, de la hora de los mártires… y hasta en eso mienten. Son los cuatro jinetes que regresan y mientras cabalgan siembran el desastre, desbaratan nuestros sueños.

―¿Lo sientes? ―Son sus pisadas que arrasan la tierra.

Ríe ignorante, mientras empuja la silla y salimos al patio a tomar el aire. En el jardín se almacenan rostros amables que marcados por la locura, miran perplejos, felices; es su forma de huir, de no afrontar la realidad. Pronto el rojo del atardecer se extenderá. Quisiera no tener razón, y ser solo un loco.



lunes, 8 de marzo de 2021

En la calle

Fotografía de Egidijus Bielskis en Unsplash

Por un pequeño agujero, eso es, pon que fuese diminuto y que por él pudiera escapar. Así le gustaría desaparecer.

 

El vaso se encuentra vacío, también esto le ha fallado. A duras penas puede guiñar el ojo y asomarse a un pasado que se insinúa en el fondo, lo apura, y por un instante consigue que se desvanezca. 


Nadie sabría decir si es él quien sujeta la barra o es ella la que lo mantiene en pie. Esos goterones de ginebra que humedecen la barra, se asemejan a monedas esparcidas al azar. Es el  último dinero que le queda. Por hoy no hay más.

El camarero, como si supiera, mira con desconfianza, se ha negado a servirle y a él no le quedan argumentos para insistir. Pronto le echará. Reuniendo la poca dignidad de que dispone, para no darle ese gusto, sale.


Camina sin confianza, se enreda con una bolsa que el viento ha arrastrado, trastabilla, está a punto de caer. Un perro sale de entre los coches y se aleja escandaloso con el rabo entre las patas, sus ladridos retumban en el silencio. La noche es fría y ha calado sus huesos destemplados. 


Frente al portal de sus padres. Los vapores del alcohol se han evaporado y no significa que se encuentre mejor. El malestar no solo es algo físico.


Trata de sobreponerse, pero pesan demasiado los fracasos y sus sesenta recién cumplidos. Hoy hace dos que volvió a vivir con ellos y no tiene otro sitio al que ir.




 

sábado, 20 de febrero de 2021

Tinieblas

Fotografía de Alex Rainer en Unsplash

Tomo el cigarro con cuidado, con miedo a perderlo. Le enciendo sujetando con fuerza el mechero y cuando apago la llama me asomo al abismo, este lo ha engullido todo.


Mí sensación de pertenencia a otra realidad es total. El temor al vacío se dispara. Tiemblo y mis manos tiemblan. Una gota de sangre pende de la yema de un dedo, está en un equilibrio precario y no quiero que caiga, ahí no, me angustia que suceda. Las lágrimas corren, noto su humedad. Aferrado a esa gota como si fuese la última del universo olvido como respirar.


La oscuridad es paz, desde este páramo de desconcierto observo como se abre una herida infinita. Silencio. El mundo parece detenido, pero hay luces que pasan fugaces.

Dimensiones lejanas tratan de abrirse paso, no comprendo nada.



Alguien gesticula frente a mí, le veo mover los labios y no alcanzo a saber qué dice.

―¿Qué quiere?―. 

Para cuando consiguen liberarme del coche, reconozco agentes y bomberos. Un sanitario, con el rostro cubierto, no permite que me levante, me pide tranquilidad, insiste en que ya pasó, que todo va bien, y me sumerjo de nuevo en la oscuridad. 



 

viernes, 12 de febrero de 2021

Confusión

Fotografía de Ruffa Jane Reyes en Unsplash

 

La llamada le ha dejado desarmado. Todavía desconcertado no se anima a entrar en el coche. 

El caso es que nota los ojos húmedos. Se cabrea consigo mismo por lo sensible que se ha vuelto. En el aparcamiento pasa la gente indiferente llevando sus compras, nadie conocido. Mejor, no quisiera tener que dar explicaciones en este momento.

Sin querer sonríe, le hace gracia la pelea que se trae un hombre con su carro, se diría que tiene vida propia y más que empujarlo, entre reniegos, lo arrastra.

Sentado en el coche, la cháchara impertinente del locutor no logra devolverle al mundo. Sujeta con fuerza el volante. Piensa en ella, en el torbellino emocionado de su voz. El ansia por explicarse, por no ahogarse en la incertidumbre.

Le ha faltado ánimo para interrumpir tal liberación.

¡Decía!: «que no estaba preparada, que tenía que pensar en los dos y que por eso se tuvo que alejar». En el tono de su voz no había reproche alguno.

Maika, ha dado a luz una niña, según ella es preciosa y ha salido a él; rubita y con los ojos azules, como los suyos.

Se ha abierto un hueco entre las nubes y cree ver esos ojitos. Por un momento, le encantaría haber conocido a Maika y tener los ojos azules. 

En el fondo cree que ha actuado mal, pero no tenía valor para decirle que se había equivocado  y que su herida seguiría sangrando.


viernes, 15 de enero de 2021

Domingo

Fotografía de Jon Tyson en Unsplash

 

Un leve gesto basta y al placer físico da paso una desagradable sensación de vacío. Con cuidado cada uno ocupa el lado que le corresponde, me limpio con irracional insistencia, quisiera borrar cualquier rastro.

Bocarriba fijo la mirada en un techo que imagino. Estamos a oscuras y no solo es cierto, la luz hace años que no se enciende, ni en la cama, ni en mi vida.

Me acomodo sobre el brazo derecho ―¿por qué necesito volverme de ese lado para dormir? ―lo pienso y me sorprende notar que repito preguntas y situaciones.

El sexo programado es la rutina del fin de semana. Me he convertido en un ser previsible, hago las mismas cosas día tras día, me fijo en que también repito pensamientos. 

Con los sueños no es muy diferente. Una cuerda gira en torno a mi hasta tensarse para despertar sin enfrentarme al final. Quizá es lo que deseo y no me atrevo a reconocerlo.

Muchas veces dudo si seré solo yo o si el resto de la gente sufrirá el mismo tipo de pesadillas.

A mi lado parece que no existe ese problema. Creo que no han pasado dos minutos y escucho su respiración. Ya duerme. No hemos cruzado una palabra. Vagos gemidos, cohibidos y egoístas, ha sido todo lo compartido.

Un hilo de claridad se cuela por una rendija de la persiana. Está amaneciendo. Será mejor  que me levante y vaya al baño.


miércoles, 6 de enero de 2021

Con nadie

Fotografía de Sebastien Le Derout en Unsplash

 La puerta se ha cerrado, me quedo un instante mirando hacia ella. Mi hija tenía prisa, salió como una exhalación. Entró por saludar, un minuto, lo justo para adelantarle lo del alquiler.  No se acordó de traerme el pan.

Con la sorpresa de la visita he olvidado tomarme las pastillas. Un ligero dolor de cabeza se va instalando, es un latir sordo que nace en mis sienes hasta obligarme a cerrar los ojos.

Sentado en el sofá dejo pasar las horas, las imágenes del televisor se suceden sin atrapar mi atención. El sonido, exagerado, de los anuncios no consigue romper un silencio de raíces profundas. 

A veces me río sin motivo y yo mismo me sorprendo al escuchar una voz viva entre estas paredes tanto tiempo calladas. 

Hoy ha sonado el teléfono y por un momento… no sé qué esperaba. Se habían confundido. 

El día de reyes se acerca, el brillo de los escaparates ha hecho que por unos instantes olvide el dolor de rodillas. Lo normal es que con cada paso la artrosis me recuerde lo mucho que trabajé.

En la tienda me sentí desconcertado, quería un cochecito para el chaval de mi hija. No había a quién dirigirse, tras una larga espera, una de las responsables tuvo a bien atenderme. 

He llegado a casa agotado, ahora me doy cuenta de que no lo han envuelto y tendrá que ir en la bolsa o que lo envuelva su madre.

―¿Para qué? me dice ―el niño es mayor para esas cosas.

No quiso acompañarla, el roscón se quedó sin tocar sobre la mesa. Tenía que hacer. Me ha dicho su madre.

Dos besos apresurados, que se le hace tarde. Desde el televisor llega un escándalo de risas falsas.

La puerta se ha cerrado, la contemplo un momento y luego, sentado, descuelgo el teléfono y compruebo que aún funciona.

En el ventanal, los geranios helados conservan la escarcha. Este invierno será largo.


domingo, 20 de diciembre de 2020

Regalo de reyes

Fotografía de José G. Ortega Castro en Unsplash

Esta mañana, casi lloro. Primero, por ver que otro año más la bicicleta tendrá que esperar. Después, por la emoción de los paquetes sin abrir. 

Mamá insistió como todos los años. Me fui pronto a  la cama. Los reyes no entrarían en casa de un niño desobediente y no volverían si me encontraban despierto.

Resistí lo que pude, la emoción y los nervios no me dejaban. Que ilusión verlos… pero me dormí.

Todavía no era de día y papá me ha despertado a voces, mamá esperaba en el salón. Su cara de alegría, fue el mejor regalo.

Cualquier ocasión es buena para hacer fiesta, y hoy no iba a ser menos. Asado, roscón; café y champán. Luego las copas, siempre las copas.

No he salido de mi habitación nada más que a comer. He estado jugando, concentrado, sin querer escuchar. 

Las risas, hay que entenderlas, hay risas alegres que saben a fresa, risas de felicidad; y hay risas turbias, que huelen a tormenta. Son risas histéricas, bañadas en vino y gin-tonic. Esas no me gustan. Rápido dan paso a los insultos.

―Ladra chucho que no te escucho ―repito en mi cabeza, mientras dura la pelea. Con el ruido del primer vaso roto, la humedad y el calor se extiende, se me ha vuelto a escapar, con la pernera del pantalón trato de secar el charquito acusador, el pantalón acaba empapado. No pude evitarlo. Ahora sí lloré.

Me gusta imaginar, y con las rayitas del parqué juego. Son largos caminos que me llevan lejos, que me sacan de debajo de la cama, donde no escucho los gritos, ni los llantos.

Una noche, mamá, cuando yo sea grande, aunque no vengan los reyes, saldré de mi refugio y te regalaré una vida sin gritos.







domingo, 13 de diciembre de 2020

Unisex


Fotografía de Mostafa Meraji en Unsplash



Siento cierta envidia, no puedo negarlo. Bueno, envidia, tampoco es la expresión. Quisiera saber explicarme. Usar mejor las palabras.

 Adela, con su presencia saca al local de un letargo compuesto de aburrimiento y conversaciones sobadas.

Viene, por lo menos, una vez al mes. Unas veces solo a peinarse o quizá le haga las puntas y le repase el cuello. Otras, pide que le haga mechas o alguna extravagancia; en una ocasión quiso un rapado al cero. Fue un exceso.

No resulta fácil de atender. Como clienta, es exigente y le cuesta dejarse aconsejar. No lee, ni se distrae, observa en todo momento como trabajo.

Y las manos me sudan y trato de concentrarme; de no volver a caer.

Mis ojos, desobedientes, poco a poco resbalan, escapan, recorriendo ese escote, de pecho menudo y agujas firmes.

Cada vez que esto ocurre me sonrojo, sin remedio. Por el espejo me mira, se hace la ofendida, para sonreír de forma cínica a continuación. ―Es cruel jugar así con uno―.

No sale de aquí sin regalar una última sonrisa. Entonces es cuando el tiempo se vuelve sólido, su peso gravita sobre mi espalda. El mes que viene hará veinte años que abrí. Perdí la cuenta de los clientes…

Aún la veo entrar por primera vez, con su inocente beldad, una carrera en las medias y esa mirada que tanto me hace sufrir.



Fotografía de Alexander Krivitskiy en Unsplash



viernes, 4 de diciembre de 2020

Se acerca


Deja que te cuente: Raphael y su tamborilero, no se como entraron. Su voz engolada mana de los altavoces como un manantial que llena el salón de nostalgia.

Hace frío. La tarde avanza, podría decir que es de noche. Arrimado al radiador, le he convertido en un refugio que no acierta a protegerme.

Una luna pálida, vergonzosa, asoma entre los bloques vecinos. La calle vacía, con las luces despide un brillo húmedo.

A parte de la música, en casa, apenas se oye nada. Los chicos salieron, y mi mujer, tan discreta, es solo un rumor lejano.

La navidad, está aquí mismo, la familia, los besos, las risas. 

Tampoco faltará a la cita, el vacío que producen los ausentes.

¿Te lo he dicho? suena Raphael…

Y tengo frío.




Fotografía de Artur Aldyrkanov en Unplash.




viernes, 27 de noviembre de 2020

Vigilia


Con la madrugada, regresa la quietud y la soledad. En una atmósfera que irradia calma, de forma pausada como en un ritual despliega sus manías: sus viejas zapatillas de felpa, el vaso de agua sobre la mesa y un murmullo de radio al fondo.

Lo normal es que lea, hasta aburrirse. Deambula sin rumbo por el salón. El ventanal, tal que una pantalla de cine, le muestra una ciudad que, al igual que él, parece no descansar.

Encerrado en su pensamiento, lo soñado y lo vivido se entremezcla. Sus fantasmas vagan libres por la estancia, han acudido sin ser invitados, surgiendo de lo más profundo y oscuro de sí mismo.

 Su agitación aumenta con los minutos. Necesita fijar con palabras el mundo, dar salida a tanta historia imaginada, abarcarlo todo.

Mientras escribe, el tiempo queda suspendido, se encuentra en otra dimensión, inmerso en un frenesí del que solo saldrá con el alba, cuando la noche anuncia su fin y la claridad le devuelve a la realidad.

Sale del trance agotado, con el primer café del día despeja sus ideas; y por una vez querría haber conseguido unos resultados tangibles.

 Más allá de una hoja llena de tachones y este insomnio que acabara con él.




Fotografía de Christian Lambert en Unsplash.