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lunes, 21 de marzo de 2011

Educando a Tarzán

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Cuando, al cerrar, Tarzán y Chita bajaban hasta el chiringuito y tienda de regalos "The Sleeping Lion" que habían abierto los blancos en mitad del parque para que los visitantes tomarán un descanso en medio del safari fotográfico, aprovechaba Chita para ponerse al día leyendo los periódicos que quedaban por los bancos.

El día que se encontró con aquella efemérides pasada que decía que


El Diario de León, 1907. (Tomado de http://elleoncurioso.blogspot.com)

le dijo, sentenciosa, a su pupilo:

-Mira, Tarzán,hijo: esto me trae al pensamiento dos consideraciones:
1. Que esto es lo que debe querer decirse con aquello de que "Dios castiga sin palo ni piedra"
2. Que hasta Dios, al castigar, respeta el escalafón: que bien podía haber descalabrado al párroco, que, con más responsabilidades, tendría, seguramente, más ocasiones de pecar.

Tarzán asintió con la cabeza, sin apenas escuchar, enfrascado como estaba, también él, hojeando un número atrasado del VOGUE con la moda primavera-verano de bañadores de Chanel.

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miércoles, 9 de marzo de 2011

Educando a Tarzán

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TEOREMA DEL COPYRIGHT


Eran las cuatro de la tarde de un domingo de Junio aquí en la Jungla.


La lluvia torrencial de la mañana había dado paso a una tarde fresquita y soleada y a una brisa limpia y traspasada de olores y sonidos como de un mundo recién estrenado.


Chita, indolente, leía reclinada en las raíces casi humanas de aquella secuoya milenaria junto al lago.


De pronto, como el que tiene la impresión del "dejà vu", de estar leyendo de nuevo algo visto en algún sueño del pasado, cerró el libro suspirando:


-Tarzán, hijo, no te dejes engañar por la apariencia: aunque dos libros te parezcan exactamente iguales, a veces, inexplicablemente, en uno de ellos cambia el nombre del autor




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viernes, 4 de febrero de 2011

Educando a Tarzán


Involución.

Chita se enteró, por pura casualidad, de que, en la aldea de los hombres, enfrascada como era su costumbre en una larga y penosa guerra fratricida, un general (del bando que luego resultó ser el vencedor) había dicho aquella cosa atroz, que abochornaba solamente al escucharla:
"Nuestros heroicos legionarios les han enseñado a las mujeres de los rojos lo que es realmente un hombre y no un castrado miliciano".
Y, con el mismo horror, se enteró de que semejante bestia sanguinaria no había sido, por lo menos, degradado, sino que figuraba en la nómina de los Padres de la Patria y le habían sido dedicadas plazas, calles y avenidas.


Se le erizó a Chita, de puro furor, el pelo de la espalda y comentó al pupilo, realmente impresionada:


-" Mira, Tarzán, hijo. Si por algún designio oscuro, que no alcanzo a comprender, el Gran Mono Celestial hubiera castigado a una parte de nosotros convirtiéndoles en hombres, no debería hablarse jamás de evolución, sino de fatal degeneración. 
 Sólo así podría explicarse la existencia de esos monos asesinos, salvajes y enloquecidos".


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lunes, 24 de enero de 2011

Educando a Tarzán

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Habían pasado ya diez días de un llover continuo y torrencial sobre la selva. Días y días de una lluvia feroz y primitiva. Del ambiente fresco y perfumado de la primera llovizna se había pasado a la pesada sensación de la penumbra permanente y el martilleo constante del agua sobre las hojas.


Tal vez todo ello, o la obligada inactividad en el refugio, habían provocado en Tarzán un estado de febril melancolía que le empujaba a escribir larguísimos y lánguidos poemas de penas y de ausencias, excesivos en la forma y escasos en el fondo.


Chita leía, indulgente, los poemas del pupilo y, escogiendo las palabras para no herir sus sentimientos, aunque sin renunciar, al mismo tempo, a la tarea educativa que se había impuesto, le advirtió, doctrinal y cariñosa:


- Convéncete, Tarzán, hijo: en la literatura, como en el sexo, el exceso y el tamaño no mejoran, necesariamente, el resultado.


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viernes, 3 de diciembre de 2010

Educando a Tarzán

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Versión narrada




Versión escrita

EL FURIOSO TRAJÍN DEL PEREZOSO.

Todo el misterioso encanto de la jungla se hace especialmente intenso en los minutos previos a que estalle la tormenta.

Se para, de repente, el ruidoso gorjeo de los pájaros, el chillido nervioso de los monos, el viento en las copas de los árboles y un bochorno espeso y silencioso avanza reptando como el vaho enredado en el manglar.

Todo cesa de repente. El ir y venir, el revoloteo incesante de mosquitos y de insectos.

Sólo los bichos perezosos parecen despertar de repente y enfrascarse en empresas y trajines como si estuviera por llegar, de improviso, el fin del mundo.

Chita, con gesto de desprecio, observa con desdén el ajetreo:

-"Tarzán, hijo, no te dejes impresionar: el que tiene mucho que hacer es que, todavía, no lo ha hecho".


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domingo, 17 de octubre de 2010

Educando a Tarzán

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Después de doce días de un llover torrencial sobre la jungla, salió el Sol y volvió el ajetreo de pájaros y monos.

Tarzán se enfrascó en una febril escalada de liana en liana como si fuera lo último que habría de hacer en esta vida.

Fue entonces cuando Chita, en su sufrido papel de entrenadora, dijo aquello que debería estar escrito en bronce a la puerta de ministerios y despachos:

-"No trepes tan deprisa, hijo, que la arboleda es breve".


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