La muerte de su madre supuso un punto de reflexión sobre la forma en que cada uno afronta ese duro y definitivo momento. Su madre no era dada a los halagos. Siempre tenía la crítica o el reproche a flor de piel, al menos para ella. Fue una buena madre, le había dado todo el cariño y comprensión que necesitó, pero no supo entender que debía seguir su camino, vivir su propia vida. Desde ese momento su aptitud cambio por completo. Cuando se separó no encontró consuelo en ella. Nunca dudó del amor que le procesaba, pero siempre ha sido consciente de lo mucho que la había decepcionado.
No deja de preguntarse, si era consciente de que se moría, y de ser así, ¿le habría gustado despedirse de sus hijos?, decirles cuanto los quería, o agradecerles los cuidados dispensados en su cruel y despiadada enfermedad. La muerte le sobrevino en el hospital, en una cama que no era la suya, por compañía unos sanitarios muy eficientes pero que nada tenían que ver con ella.
Una vida dura la suya, con un marido celoso que la maltrataba. Una vida llena de silencios, miradas tristes, encerrada en una sociedad con la creencia de que la mujer debía aguantarlo todo. Tuvo un carácter alegre, buena voz, cantaba mientras realizaba las tareas de la casa. Con el tiempo se fue apagando, pudieron mas las ilusiones rotas.
Como broche final, una cruel enfermedad le brindó una lenta agonía. Su madre no ha sido una persona con suerte, y las pocas veces que la tuvo, no supo apreciarla, o no fue consciente de ella.
Julia no quiere caer en el mismo error. Quiere apreciar todo lo que le rodea, beberse la vida a pequeños sorbos, despacio, sin prisa. Porque el tiempo es como el agua que se escurre entre las manos cuando quieres cogerla. Debe tomar una decisión, volver a tener el control de su vida, pero le faltan fuerzas para hacerlo. Esta demasiado sometida, lo necesita demasiado para dejarlo. Él lo sabe y hace de su debilidad un arma.
Está sentada en el mismo banco, frente al mismo mar. Todas las tardes se queda un rato mirando las olas, esperando que ellas le den el coraje que precisa para enfrentarse a lo inevitable. Hoy siente que es diferente, con la mirada perdida en el infinito, sonrie…
Buen relato Mar. Refleja la ralidad de muchas mujeres en una relación ambigua con sus madres.Saludos.
ResponderEliminarGracias Kapizán.
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