En clase de yoga |
Mi dueña se ha pasado todo el verano tomando el sol y de charla conmigo como si de dos buenas amigas se tratara.
Las tardes pasadas al fresco en el balcón han sido como una fiesta, desde él podíamos seguir todo lo que ocurría en la calle.
Los caminantes atraídos por mi continuo parloteo, miraban hacia nosotras y si ella consideraba que el paseante merecía la pena continuaba la conversación. Hizo un montón de amigos. Alguno hubo que se quedó a cenar... hasta el amanecer.
Desde que entró el otoño, es distinto, más aburrido, ella no sale a tomar el sol y a mi me ha colocado en el salón, junto a la tele en la que no veo más que tertulias y con lo escuchado casi pierdo las plumas.
Me he dado cuenta de que el silencio no está mal, que es hermoso y apenas abro el pico.
Como no contesto a sus juegos está preocupada y el veterinario le ha dicho que puede ser estrés, y a mi lo que me estresa es que se haya acabado el verano y que en la tele hablen siempre los mismos, menos mal que el yoga me relaja. Fotografía de Michael Clarke en Unsplash.