Fotografía de María Teneva en Unsplash |
Camino por un territorio incierto donde Morfeo gobierna caprichoso. La respiración se vuelve pesada y regular. La ensoñación va tomando cuerpo, reconozco formas indefinidas, que aunque las crea fuera de lugar, me observan, no son miradas hostiles pero si cargadas de resentimiento.
Ana, está aquí, la sigue una larga hilera de personajes deseosos de cambiar su suerte. Se mantienen al margen, expectantes.
De entre la bruma onírica una forma destaca, Chita se aproxima, la sombra del «Vicereptil» ―ser totalmente fantástico a la vez que real― la protege y afirma su autoridad.
A estas alturas siento que algo le debo a ella y al resto. Se acerca en nombre de todos. Me acobardo. No estoy para que me reprendan. Tengo la piel muy fina.
Por suerte, no articula palabra, lo dicen todo sus ojos despiertos. Una mirada inteligente, que no le impide expresar la pena por un blog con unas historias en otro tiempo variadas y luminosas, y al que he convertido en un rincón lúgubre.
Beatriz y los demás, juzgan discretos. Inquieto trato de justificarme, el rubor, se oculta tras la barba.
Un destello: alzo la inexperiencia como un escudo protector. La respuesta es una carcajada general.
Quisiera tener el aplomo de la señorita Manly. La vergüenza de una réplica tan vana aumenta mi sonrojo, la turbación hace que salga de esta pesadilla y que esta encerrona llegue a su fin.
Vacilante, paseo la vista por la salita para confirmar que es todo un mal sueño.
Desde la mesa, el portátil apagado y cerrado parece reírse de mí.
Creo que, a partir de hoy, no pondré orujo en el café.
Pd.: Esta historia no la puedo considerar solo mía y es fruto de una chispa lanzada por Ana L. Piera “Tigrilla” y su cuento «Ser parte de un cuento». A los que no conozcan su blog de relatos: «Píldoras para soñar», se lo recomiendo sin miedo a equivocarme.
En cuanto a Chita y otras referencias que aparecen, son un recordatorio cariñoso de los personajes que habitan este blog y sus autores.