Qué cuentan esos ojos,
qué palabras escuchadas esconden
qué cuando me miran
una sombra los recorre.
Esos ojitos bellos
que confiaban,
esos ojitos lindos
que me querían.
Los niños no saben de males
no entienden de celos, ni rencillas,
de envidias y resquemores,
de maldades de mayores.
Pero cuando los niños miran al suelo,
arrugan la frente,
esconden sus ojos a los tuyos,
y reprochan su silencio con las manos en los bolsillos,
sabes...
que un mayor habló,
que escucharon cosas que ellos no deberían escuchar
o vieron cosas que aún no deberían ver.
Qué pena, por al mayor,
qué pena por el niño
que, con sus ojos ve lo que
aún no deberían ver.
Deja que el niño sea niño,
que su mirada pura traspase mi alma
que sus ojos cristalinos y brillantes cuenten su felicidad
que su infancia dichosa ocupe todo su mirar.
Deja que el niño viva como niño,
deja de enseñarle sombras y
deja de distanciarle del mundo,
deja que disfrute y ría,
que ame la vida,
que ame y mire con los ojos del amor.
Solo, con los ojos del amor.
Charo Acera.
Hermoso poema mi admirada Charo. Induce a la reflexión sobre la importancia de preservar la invaluable inocencia infantil.Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminaropino lo mismo, hay que preservar la inocencia de su mirada para que un niño nunca la pierda.
ResponderEliminarEs su mayor tesoro y el nuestro porque son los hombres y mujeres del futuro.
Felicidades Charo
Gracias, nuevamente. Un abrazo. Charo Acera.
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