miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA SALIDA


No fue fácil.
Mao Tse Tung tuvo que salir de los Infiernos por mediación de un verdugo francés que llevaba muchos siglos congraciándose con el maligno, a causa de que en reiteradas ocasiones dejaba ganar al dueño de casa partidas de ajedrez.
Cuando traspuso la gatera infernal, se lo vio a Mao muy alto y de porte inusitadamente atlético, totalmente recuperado de las dolencias y la edad senil que lo habían llevado al óbito.
Ansioso por volver a admirarse de sus logros políticos y personales, llegó a caer en Tientsin, sin haber procedido a despedirse ni de sus camaradas de horno y con paso vivaz y sin pérdida de tiempo, comenzó a recorrer las nuevas urbanizaciones que habían avanzado sobre los antiguos ejidos de la Ciudad portuaria.
Lo primero que advirtió fue que su retrato había desaparecido de las paredes y columnas de propaganda y las innumeras fotografías de Teng Hsiao Ping que habían reemplazado la suya gozaban del proceso alto relieve y technicolor y resplandecían aún bajo la lluvia.
Quedó estupefacto ante los puestos de venta de periódicos. Allí la gente se reunía sin apuro a leer con entusiasmo los titulares y a comentar jocosamente la nueva ley de matrimonio. El mismo, olvidándose que era un fantasma, tomó al azar algunos ejemplares.
Mientras daba una rápida lectura a las noticias internacionales, sintió que alguien lo tomaba del brazo con gesto afectuoso.
Miró a la izquierda y se encontró con un polaco de rostro simpático y ojitos vivaces e inquisidores -Rostik Kaneruk- que en los ratos de ocio zurcía las colas de los demonios con símiles de mono y en horas de labor trabajaba de espía del Maligno y gozaba de gran confianza entre los jerarcas del Comisariato. Más aún: Mao sabía de muy buenas fuentes, que el Secretario General de los infiernos lo tenia apuntado en la lista de los miembros destacados, por lo cual Mao al sentirse prendido del brazo por el polaco, cambió de humor.
-De servicio? -preguntó Mao en impecable estilo diplomático.
-Visita de turismo -respondió el otro.
El ex Premier sintió una especie de garfio hundiéndose en el interior de su codo.
" Turismo", pensó y de inmediato entró a sospechar algo gordo.
-El Vaticano, tal vez? -
Rostik guardó silencio y siguió apretando.
-Acabo de enterarme que hay un polaco en el sitial de Pedro, el Apóstol. Lo felicito - musitó Mao.
Rostik Kaneruk rió con una risita socarrona y llevándose las yemas de los dedos unidas hasta los labios, enviaba besitos al aire con gesto divertido.
Caminaron largo rato por las callejuelas cercanas al sector portuario, doblándose cada vez que pasaban debajo de las cornisas y las vetustas arcadas, a causa de la gran estatura de ambos, al punto que muy pronto semejaron un par de hoces transparentándose bajo la luz vacilante de los farolitos chinos.
Los olores de pescados fritos y salsas picantes los asaltaban a cada paso incitando los viejos apetitos. A punto estuvo el polaco de invitar a Mao a un bodegón semiclandestino frecuentado por marineros extranjeros y muchachas chinas, cuando recordó que la gentileza no era precisamente una cualidad de los demonios y que se le había encomendado participar a Mao las nuevas directivas.
-Mao - comenzó diciendo el espía del Infierno - el Jefe le ha tomado verdadera estima y desea que usted progrese en la Carrera.
-Honradísimo - murmuró el ex premier.
-Ud. sabe que en la Carrera los servicios son todos iguales. Ninguno goza de mayor o menor jerarquía.
"Me está dorando la píldora ", pensó Mao y quiso distraerse admirando una nave surta en el espigón más cercano.
- ¿Qué es esto?!! – comenzó a gritar Mao.
-Un barco -respondió el otro perplejo.
- Cochino barco norteamericano! -gritó Mao levantando el brazo derecho en actitud agresiva -Tenia que tomar el puerto de Tientsin para desagotar la sentina! Cerdos capitalistas! Hasta aquí nos traen sus mierdas !
-Mao tranquilícese.¿ Qué más da? Recuerde que Ud. es ahora un fantasma.
-Fantasma o no me van a oír!
-Cálmese Mao... - insistió con suavidad Kaneruk - Precisamente ahora que estaba por decirle que hemos pensado en algunos cambios...
Pero Mao ya no le oía. Sus dedos hacían girar un objeto cilíndrico que había levantado de un cúmulo de basuras que yacía a un costado de la dársena.
-Coca Cola! Coca Cola envase de latón!! Miserables!
Mao estaba rojo, y así doblegado por la elevada estatura, le hacía recordar a Kaneruk una cacerola abollada en la que su madre cocinaba el borsch.
-Belcebú ha dicho que no hay inconvenientes en que abra usted una feria de novedades en Paris.
Mao lloraba sentado sobre un adoquín relamido por desechos de petróleo.
-Claro está, su labor estará concentrada en la compra y venta. Podrá viajar. Correr mundo y... quién sabe?
Kaneruk comprendió que era inútil seguir hablando. Pasó a sentarse sobre la pila de basura y esperó.
-Envíeme junto a ese pillo de Teng -reclamó al cabo de un rato Mao - Ya. Ya. Estoy dispuesto a limpiarle hasta el mingitorio!
-No lo dudo -respondió el polaco, contrariado.
Exploró por unos minutos el espíritu de Mao y a pesar de que no deseaba hacerlo, inició un breve parlamento:
-Se comprende que para Ud. que fue el Jefe de Estado, el líder, esta realidad lo trastorne. Debe reconocer que la China de Mao ya no existe. Teng y los que sucedan a Teng pasarán y China seguirá siendo China. El mundo está cambiando aceleradamente. Muy pronto sucederá un colapso internacional.
Se sabrá que Fort Knox está vacío y que las reservas de oro se quemaron en las guerras perdidas, en carrera armamentista, en espionaje, sobornos y gobiernos títeres. Nosotros mismos dejaremos de usar nuestras anacrónicas colas archirremendadas con símiles de mono y adoptaremos rabos de dacrón lo cual vendrá a reportarnos un ahorro de varios millones de diablones, teniendo en cuenta que la inmensa población de los Infiernos va a sextuplicarse en la próxima década. Belcebú en persona ha tenido que visitar a los directivos de la Casio para interesarlos en una supercomputadora y banco de datos que pueda mantener nuestros archivos al día. No es fácil. Siempre se nos desliza algún internado.

Mao, en un gesto de complicidad, palmeó al otro campechanamente.
Siguieron caminando por las angostas estradas del puerto. Una anciana pasaba encendiendo los faroles y un par de marineros caminaban rumbo a la garita próxima para tomar la guardia.
Era una noche como todas, abovedándose con displicencia en el cielo de China. Un muchacho solitario, con aspecto de malhechor grababa unas iniciales en el mango de un cuchillo.
De repente apareció un coolie trotando sobre el empedrado de la calle y ambos subieron y se dejaron transportar en la silla.
El coolie tomó por una senda desconocida oculta por unos galpones de la aduana y fue a salir a un bosque de hayas donde el viento prendía dulces quejumbres mientras jugueteaba en las tupidas frondas de los árboles.
También inesperadamente el coolie detuvo la marcha y corrió en la espesura de Ias sombras. Bajaron los habitantes del Infierno y alumbrándose con una luciérnaga que Mao logró atrapar en vuelo, se alejaron en pos de una lejana luz que se mecía tal vez debajo de un alero.
Tuvieron que atravesar un trigal espeso que les hostigaba los cuerpos invisibles hasta llegar al lugar. Entonces se encontraron conque el farol divisado a la distancia, pendía de la mano de un hombre subido a una escalera apoyada en un muro.
-Alto, quién vive? -gritó el desconocido.
-Soy el difunto Rostik Kaneruk, espía de confianza del Maligno y zurcidor de las colas de los demonios y mi compañero aquí presente es el Premier Mao Tse Tung.
-Mao -Tse -Tung? -preguntó el hombre después de un silencio que resbaló casi tonto.
Luego descendió lentamente las barras de la escalera y trató de ver a los recién llegados.
El polaco retrocedió unos pasos y estaba en guardia, empuñando una imponente llave francesa de fabricación sueca. Mao Tse Tung miraba al hombre desde el frío objetivismo de su ciencia política.
¿-Dónde estás Mao Tse Tung que no te veo? Yo soy uno cuyo padre fue alcanzado por una de tus purgas! -dijo el desconocido inyectando de ira cada una de sus palabras. Enseguida pegó un silbido y un perro chow apareció desde atrás del muro.
Rostik recorrió el paredón descargando la fuerza de su puño de trecho en trecho, tratando de averiguar si sonaba en falso.
Desde el fondo del bosque de hayas los pies desnudos del coolie fueron estremeciendo menudamente la tierra.
El desconocido y su perro permanecieron expectantes.
-Eres tú, padre? -
-Soy. Soy. -respondió el coolie.
-A quiénes has traído esta noche, padre?
-Nadie ocupó mis servicios.
El desconocido primero rió, luego dijo:
-Entonces te has cargado dos espíritus parlantes. Uno de los cuales dice ser Mao Tse Tung.
El coolie escupió y lanzó de inmediato una prolija lista de insultos de la que no se excluía a la madre del Premier. En tanto el chow pretendía diluir las oscuridades elevando jactancioso el hocico junto a la posada imposible.
-Ahora mismo, del otro lado, están tus ocho compañeros de purga, juramentándose con el primo Wang Chao, esperando que tú les des órdenes.
El coolie avanzó hacia la luz del farol que sostenía su hijo y entonces pudo verse su rostro y cuello sembrado de horribles cicatrices.
Como el perro no dio evidencia de los forasteros, el hijo apoyó el farol en tierra y caminó de un extremo al otro del muro.
El viejo esperó confundido entre las sombras expectante como un tigre.
Tras la inspección, padre e hijo, seguidos del perro desaparecieron por un agujero, abandonando la escalera y el farol.
- ¿De qué sirve haber sido Mao Tse Tung? -inquirió el ex líder.
-Dé gracias que está muerto, porque de lo contrario aquí mismo lo asesinarían - contestó Rostik y aprovechó a rascarse un punto estratégico de la espalda con la llave francesa.
Una bandada de patos salvajes pasó chillando con rumbo al mar.
Salieron los conspiradores montados en sus bicicletas por detrás del muro y el hijo del coolie con el perro en brazos y todos quedaron escuchando el volar de los emplumados. Uno de ellos hizo un disparo de pistola y los patos graznaron conscientes del peligro.
Los huéspedes del Infierno aprovecharon a subir por la escalera y se refugiaron en lo alto del paredón.
Del esfuerzo, Mao se sintió tan agitado, que estuvo a punto de caer y apenas recobró el aliento, pasó un esparadrapo infernal, a modo de pañuelo, enjugando el vinagre que brotaba de sus sienes.
-Están ahí- gritó uno de los juramentados.
-Están, sí, están sobre el muro! –descubrió otro.
Se oyeron de inmediato disparos de pistola. Los hombres, favorecidos por las sombras huyeron con las bicicletas hacia el bosque y como impulsadas por la misma mano, endebles luces se encendieron en las cercanías.
Desde la rada, se dejó oír una sirena de alarma y algunos barcos, entre ellos el yanqui, se iluminaron de proa a popa . Una gran manguera de incendios fue corriendo por uno de los muelles y a medida que los disparos se multiplicaban, el aire iba llenándose de signos de peligro que se azuzaban y perdían en torno al bosque. Finalmente un jeep de la Prefectura apareció gastando los faros con el encendido, "a giorno".
Los militares llegaron blandiendo con soberbia sus Itaka.
-Declare los hechos, ciudadano! -exigió uno de ellos al hijo del coolie.
-Hemos oído voces de gente extraña. Dos hombres. Uno dijo ser Mao Tse Tung y el otro, un polaco...
- ¿Polaco? Polaco puede ser sindicalista relacionado con red de espionaje. Declare ciudadano, cómo era el hombre, cómo estaba vestido, qué número de zapato calzaba, camisa de qué color? Usaba bigote? Lentes de contacto? Declare!
-No se vio, camarada centinela. Sólo se oyeron voces y el perro bien enseñado, tampoco pudo encontrar. El chow está tranquilo.
Los cuatro militares bajaron del jeep, corrieron en diagonal, caminaron de espaldas contra el muro, enfocaron hacia lo alto con sus potentes linternas de servicio; dos de ellos estuvieron a punto de matarse chocando espalda contra espalda junto a la escalera, pero nadie vio a Rostik Kaneruk en compañía de Mao Tse Tung sentados a horcajadas, en la pared. Tampoco escucharon el breve diálogo que ambos sostenían:
-Es muy dura esta posición -decía el ex Premier achicando sensiblemente la eminencia de su voz.
-Es, excesivamente dura, hasta para un diablo -reconoció el otro.
-Permítame regresar a los Infiernos -rogó Mao y algunos lagrimones se le corrieron de los ojos.
-Imposible. Belcebú lo ha confinado a la feria de novedades en París.

A pesar de la posición, Rostik Kaneruk se sintió alcanzado por un estado de creciente euforia que le hizo sudar azufre, sin embargo, dejó que el evadido masticara la negativa y luego dejó caer su propuesta:
-Únicamente que pactemos una permuta.
- ¿Cuál?
-Yo me haré cargo de la feria y Ud. irá de zurcidor de las diablas caudas .
Mao pensó: "Polaco reaccionario", pero antes de que el espía se arrepintiera de la oferta, respondió:
- Qué sea!.-

Beatriz Basenji

2 comentarios:

  1. Muy fino el humor de tu relato admirada Beatriz; tan fino como sutil el trasfondo político de la historia. Enhorabuena. Un abrazo,
    Kapizán

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  2. Kapizán : Vicios que una tiene ! Gracias !!
    Otro abrazo para ti.

    Beatriz.

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