(Llevaba varios días rondándome por la cabeza. Hoy lo comparto con tod@s vosotr@s para refrescar este día que, mucho me temo, se presenta excesivamente caluroso)
Llevaba observándola largo rato. Con profundo deseo. Destacaba entre las demás con todo su esplendor y, desde el primer
momento, no pudo apartar sus ojos de ella. Hacía calor, y su boca se llenaba de
agua solamente de imaginar sus manos y su boca posándose sobre su tersa piel.
Al fin se decidió. Sorteando uno a uno los
obstáculos que se interponían entre ellas, avanzó lentamente, de forma sutil, intentando pasar desapercibida, hasta que alcanzó el grupo.
Entonces, con un movimiento
decidido y rápido, la sujetó con ambas manos para evitar que se le escapara y
la acercó hasta sus labios sin encontrar resistencia alguna. Fue justo en ese momento cuando también llegó
hasta ella su aroma irresistible, un aroma
refrescante y cálido a la vez .
Ya no pudo resistirse más.
Entreabrió su boca y clavó sus dientes en su carne prieta y fresca. Con el
mordisco sintió de golpe cómo se le refrescaba toda la sequedad acumulada en
aquella tarde de verano. Y tras el primer mordisco vino otro, y otro, y otro…
Mientras la saboreaba acudieron a su mente miles de recuerdos infantiles y la
voz jovial de su padre diciéndole:
- -
Niña, has
venido a recoger manzanas, no a comértelas.
una maravilla de texto Me encanta haberte leido y encontrado
ResponderEliminarme alegro que te haya gustado. Y que no sea el último.
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