sábado, 25 de septiembre de 2010

JOVEN EN LA VENTANA





Hasta esa tarde su relación se enmarcaba en una ventana y un teléfono.
Ella era – ¿cómo descirbirla? - alguien soñado, imaginado, entrevisto a lo lejos moviéndose en un escenario de brumas o lloviznas. Pero esa tarde estarían frente a frente.Por primera vez .
Por el portero eléctrico la voz de ella se percibió ansiosa, anhelante.
-Quien es? - preguntaba.
-Soy Mario.¿ Llego demasiado pronto?
-Nunca es demasiado pronto.Sube!- clamó la vocecita.
Su propia ansiedad le impelía a subir de dos en dos los escalones y al fin, feliz y jadeante estuvo exactamente frente a ella, que le esperaba en el marco de la puerta. Apoyada en su baston blanco.
De un modo torpe, dominado por sus emociones,le entregó el ramo de rosas.
Ella en cambio se veía tan serena, tan gloriosa, contenida en una suave sonrisa, que las flores parecian haber estado siempre junto a sí.
-Son flores, verdad? ¿ Qué flores son ?! Dilo!!- exigió ella con un hilito de voz.
-Rosas. Tan solo rosas!
-He oído hablar de rosas ,de su belleza y sus perfumes...- dijo y de inmediato tomó la primera rosa que alcanzó su mano y pétalo tras pétalo, los llevó a los labios y los degustó con el esmero propio de los sibaritas.
-Las rosas no se comen! - exclamó Mario dolido.
-...Las rosas no se comen ... - suspiró ella, y las siguió comiendo.

Beatriz Basenji.

3 comentarios:

  1. Al parecer, en ese primer encuentro a ciegas, la ciega auténtica era ella. En verdad, nunca he probado una rosa pero se me ocurre que su fragancia y su tersura bien pueden incitar a probarla. Buen relato, felicitaciones

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  2. Me ha encantado ese final..las rosas no se comen, y las siguió comiendo..hermoso, Beatriz

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  3. Muy bueno ese final tan surrealista, Beatriz. Tengo que leerte más despacio. Saludos.

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